«Y ahora que ya no valemos para nada, ¿qué vamos a hacer? Hay que entretenerse en algo y la tele no me gusta mucho, pues leo» (Lo cuenta una señora fiel a su bibliobús). El programa Crónicas de La 2 que se emitió ayer, reavivó la historia de los bibliobuses y trajo a la actualidad la importancia que siguen teniendo para facilitar y fomentar la lectura en entornos rurales. Los que viváis en un pueblo (yo viví en el mío hasta los doce años), conoceréis bien esta experiencia.
El programa se centra principalmente en Castilla y León, comunidad que debido a su gran expansión territorial y a la abundancia de pueblos pequeños, es la que cuenta con mayor número de bibliobuses; son las diputaciones las que se encargan de su funcionamiento. En este territorio supuso un punto de inflexión el trabajo que realizó José María Fernández Catón. En 1970, como nuevo director del Centro Provincial Coordinador de Bibliotecas, logró que llegase allí el primer bibliobús, que sustituiría al anterior sistema de agencias de lectura.
Además, nos recuerdan el papel fundamental que desarrollaron las Misiones Pedagógicas en el entorno rural, tanto en la difusión de libros como en el proceso de alfabetización: «en los pueblos a los que llegaban la vida giraba en torno a la supervivencia». El proyecto de las Misiones que se convirtió en realidad con la llegada de la II República, en 1931, duró cinco años; Entre los participantes se encontraban Lorca, Machado, Cernuda, Alberti, María Molliner y María Zambrano.
Se han sembrado muchas semillas con los años. En la misma comunidad, en 1953, en Morriondo de Cepeda (uno de los pequeños pueblos de León que recibe al bibliobús), nació Rogelio Blanco, vinculado desde muy temprano con la lectura. Fue Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas desde 2004 hasta finales del 2011. Este lector lo tiene claro: «La lectura no es un milagro que se genera detrás de una campaña de fomento de la lectura, la lectura es un hábito, que suele tener cuatro pilares: la familia, la escuela, las propias bibliotecas y el apoyo de los medios de comunicación». Cuentan que el bibliobús para primero frente a la escuela para atender a los niños y después va a la plaza del pueblo para recibir al resto de personas que lo deseen (yo también lo recuerdo así).
Un conductor de bibliobús rural confiesa que una parte especialmente interesante de su trabajo es el contacto con personas mayores que son «libros abiertos»; un señor que suele acudir a buscar libros a este servicio público, confiesa: «Yo espero que no desaparezca nunca».
Por Ana Corroto