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14/02/2022

 

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Encuentros en Alberti: Aroa Moreno y La bajamar

Aroa Moreno Durán se dio a conocer a muchos lectores con su primera novela, La hija del comunista. Con su segunda obra, La bajamar (Literatura Random House), que se presentó en la librería Rafael Alberti la tarde del 11 de febrero, la autora pone de manifiesto su maestría para enfrentar la tensión y los pasajes abruptos de la historia reciente de Euskadi.

He acudido a muchas presentaciones: me espero un análisis del libro, y se le pregunta al autor por los motivos que le llevaron a escribir su obra, qué ocurrió en su cabeza para que naciera su historia, en quién pensó y qué vivió al escribirla. Son cuestiones suficientes para satisfacer el interés de los que copan las sillas de madera de la Alberti. Sin embargo, la canción de Aroa Moreno, acompañada por Lara Moreno y Clara Morales, cambió su melodía, se volvió más íntima y adornada de una complicidad que rara vez he visto.

Es tarde, siempre lo es. Se trabaja, se estudia, se arrastra el día, y al terminar, muchos decidimos acompañar a una autora en la pasión y la alegría infantil que, adivino, supone presentar un libro. Aroa Moreno ocupa el papel protagonista en la ceremonia, rodeada de un público dispuesto a presenciar los fragmentos de una historia rebosante de humanidad encontrada entre el pasado familiar de un señor que se le acercó en San Sebastián, y que Aroa, con gran destreza, transformó con la libertad que cualquier escritora ostenta.

Las siete en punto de la tarde, nos amontonamos y nos rifamos los últimos sitios. Los más rezagados se preparan para escuchar desde las escaleras, desde las partes más altas y alejadas; es lo que hay. Yo me siento aún más lejos, donde la conversación es invisible, pero audible igualmente, víctima de la gran movilización que genera La bajamar.

 

Quizá la ausencia de visión acrecienta mi sorpresa cuando, en vez de escuchar las palabras de Lara Moreno o Clara Morales, emerge una canción sembrada de cariño y melodía inocente, entonada, eso sí, con pasión. Me parece una nana, no estoy seguro, es en euskera, pero a pesar de no comprenderla permanezco estático, así como todos los presentes. Cuando termina, todos aplaudimos, obnubilados por unas palabras tan incomprensibles como bellas que han brotado de una mujer que, compruebo entre los resquicios del público, portaba en el regazo un bebé. El silencio lo rompe Lara Moreno; recita una carta de amor que comienza con unos versos del primer poemario de Aroa: «He subido para enterrar los besos debajo de la lengua…». Aroa responde que aquel amor que entonaba Lara era correspondido, y demuestra algo que ya se intuía: la gran hermandad y cariño que hay entre las dos.

Siguen las preguntas más técnicas, aquellas que abarcan las razones y reflexiones de la autora; no están de más, las respuestas me ayudan a comprender mejor su historia. Pero lo que me conmueve es la relación entre la obra y gran parte del público. En la novela, que profundiza en la maternidad y en las relaciones que existen entre las diferentes generaciones, la autora incide en su propia experiencia utilizando como cauce situaciones de la historia reciente de nuestro país. Y como si se tratase de una performance, la presentación se expande entre las madres que, con sus hijos e hijas, pueblan los asientos de la librería. Me parece, al verlo, que La bajamar es un homenaje a la propia experiencia de la autora, pero también a todas las madres que profesan tan profundo amor por sus hijos. Percibo, mientras escucho a Aroa Moreno, el hilo que une a los oyentes y a la interlocutora, que lo que allí se expresa no nos es ajeno. No se trata de una historia de aventuras o calamidades con la que mantener una distancia de seguridad, se trata de algo que pertenece por igual a la autora y a muchos de los que se encuentran dispersos entre el público, los libros, las escaleras.

La presentación continúa entre risas y emociones. La autora deja claro que no se trata de una obra autobiográfica, que desde su propia experiencia deseaba narrar algo que afecta y afectó a muchos compatriotas.

Permanece tras la presentación la pregunta final que lanzó Aroa y que difícilmente se puede contestar: «¿Qué seríamos capaces de hacer por un hijo?».

 

Por  Pablo García Martel

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