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04/04/2017

 

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Escritura, becas y Terroristas modernos

“Los escritores nacidos en los noventa han tenido y tienen un acceso mucho más complicado al mundo de la literatura en comparación a los que pertenecemos a una generación anterior”, comenta Jorge Carrión durante la rueda de prensa de presentación de Terroristas modernos, la última novela de Cristina Morales. “A diferencia de los de mi generación, que no éramos muy versados en pedir becas para la creación”, continúa Carrión, “muchos de los escritores nacidos a finales de los ochenta y noventa han encontrado en las becas la manera para poder escribir”. Buena prueba de ello es el gran número de autores, narradores y poetas, que se formaron y escribieron sus primeras obras gracias a las becas que ofrece la Fundación Antonio Gala, por cuya residencia ha pasado gente como María Zaragoza, Matías Candeira, David Leo García o Juan Gómez Bárcena, Premio Ojo crítico por El cielo de lima y que ahora acaba de publicar Kanada (Sexto Piso), terminada de escribir en Roma, donde reside gracias a una beca para jóvenes creadores. Y buena prueba de ello es también la beca que anualmente ofrece la Fundación Han Nefkens en colaboración con el Máster de creación literaria de la Universidad Pompeu Fabra y con la editorial Candaya, que desde hace tres años viene publicando los agraciados con dicha beca. “La beca Han Nefkens tiene un valor sociológico al ofrecer una ayuda para la creación joven”, comenta Carrión, director del Máster que, en diez ediciones, ha visto duplicarse el número de los alumnos, para mucho de los cuales el Máster supone una importantísima inversión económica.

 

La escritora Cristina Morales / Fransesc Fernández

 

A Cristina Morales, la primera mujer en conseguir la beca tras Eduardo Ruiz Sosa con Anatomía de la memoria y Matías Canderia con Fiebre, la beca le llegó de forma inesperada, “estaba preparando las maletas para irme a Argentina porque aquí no tenía trabajo. La beca me sacó de la pobreza”, comenta con contundencia la escritora nacida en Granada y afincada en Barcelona. De la misma manera que la propia Morales no nace ahora como escritora, sino que tras de sí tiene dos novelas, Los combatientes, su primer trabajo, y Malas Palabras, publicado en 2015 y donde da voz a Santa Teresa, Terroristas Modernos no nació tampoco con la beca: se trata de un proyecto sobre el cual la autora llevaba años trabajando, incluso desde antes de publicar Los combatientes. “Presenté el proyecto tal y como estaba, sin terminar, a la beca, luego, durante el año que ésta duró, terminé de escribirlo y corregí mucho”, recuerda Morales, a quien Han Nefkens define como una escritora de “mirada auténtica, crítica y, a la vez, cariñosa”. Sin embargo, es en el carácter crítico de la autora donde más se detiene Nefkens, haciendo hincapié en la difícil definición de la novela que si bien ambientada en la España de Fernando VII, en 1816, no puede definirse propiamente como una novela histórica en cuanto “Terroristas modernos es, ante todo, una novela que habla del presente”.

Cristina Morales, escribir desde la política

 

Con una cita de Tierno Galván como apertura, Terroristas modernos narra durante una semana lo que la historiografía llama la Conspiración del Triángulo, una conspiración dirigida durante el mes de febrero de 1816 por Ramón Vicente Richard y que tenía como finalidad la reinstauración de la Constitución de 1812, La Pepa. “La España de 1812 era un hervidero conspirativo en contra de Fernando VII y su absolutismo. Fueron muchas las conspiraciones en su contra, pero una de las más interesantes, aunque se ha escrito muy poco sobre ella, es la Conspiración del Triángulo, de raíz masónica y que tenía entre sus cabecillas hombres ilustrados que reivindicaban los valores y principios del iluminismo del XVIII”, comenta Morales, a quien el proceso de documentación la llevó a consultar archivos de diferentes instituciones y a comprobar lo poco que se había escrito sobre este episodio. A la pregunta de por qué este silencio, Morales no sabe dar una respuesta, insiste, sin embargo, en lo crucial de este suceso y, sobre todo, de lo actual de ese momento histórico: “estamos en 1812 y lo que se está discutiendo es el nacimiento del Estado moderno, es decir, del Estado Liberal, que es el que todavía tenemos”, concluye la autora para quién releer críticamente el periodo de la conformación del denominado Estado moderno obliga a revisar el propio sistema neo-liberal del presente y sus estructuras de poder.

Terroristas modernos es una novela de ambientación histórica, pero habla de hoy”, insiste Carrión, uno de los primeros lectores del manuscrito, “es una novela que puede compararse con El viajero del siglo de Andrés Neuman: las dos son novelas de ambientación histórica, pero que no pueden definirse como novela histórica”. Desde el propio título, la autora quiere subrayar la interrelación entre los tiempos, el de la narración y el que podríamos definir como tiempo referencial, es decir, el momento histórico al que se apela. “El título, Terroristas modernos, remite precisamente al terrorismo de hoy, pero sin hablar directamente de él, sino de su origen”, apunta la autora, para quien se comete un grave error cuando se habla de terrorismo solamente en relación a grupos que atentan contra el sistema, porque “el primer terrorista es el propio Estado”. Principal objeto de interés para Morales es el ejercicio del poder y las consecuentes relaciones de sumisión y de rebeldía: “abordé el tema del poder, en ese caso, eclesiástico, en Malas palabras y con Terroristas modernos lo vuelvo a abordar, ahora centrándome en el Estado, como organismo que ejerce la violencia sobre la gente”. A la pregunta de sí es posible definir su nueva novela como una novela política, la autora, licenciada en ciencias políticas y en derecho, no titubea: “soy un ser político y cuando escribo no puedo sino escribir desde la política”.

 

 

Morales presenta Terroristas modernos como un texto atípico, un texto que escapa de las categorías de género, que huye de las florituras de la novela histórica más comercial y que plantea una mirada disconforme y profundamente crítica a la “sociedad burguesa que se ha implantado desde el neo-liberalismo político y económico”. Por todo ello, la autora no duda en agradecer nuevamente a la beca, puesto que “no es fácil encontrar sellos editoriales que se arriesguen a publicar según que novela”. Candaya, sin embargo, parece asumir este supuesto riesgo y su editor subraya que, más allá del compromiso con la Fundación Han Nefken, están orgullosos de publicar “una novela que no está escrita solamente para justificar una beca, sino que es una novela con voluntad de perdurar en el tiempo y con voluntad de conectar con el presente de forma crítica”.

Publicado el libro y finalizada la beca, más allá de la durabilidad de Terroristas modernos, la pregunta que se impone es más que obvia: ¿Y ahora qué? Cristina Morales cuenta que ha conseguido una nueva beca, bastante más breve que la que ofrece Han Nefken, pero que le permitirá seguir escribiendo durante algunos meses más. ¿Luego? Luego se verá, ¿quizás más becas? “Por qué no”, contesta Morales. Por el momento, a pesar de que algunos insisten que lo peor de la crisis ha pasado, ni los adelantos editoriales ni las ventas parecen superar su raquitismo, y los escritores nacidos a partir de los ochenta, como Morales y tantos otros, encuentran en las becas no una solución, pero sí la única manera de proseguir con su labor creativa. Sin embargo, ¿es posible ser becario siempre? ¿Acaso la creatividad puede estar subyugada a los requisitos de becas, que tan pronto llegan como se agotan?

 

Por  Anna Maria Iglesia

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