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28/02/2019

 

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Vida o puzle de Emilia Pardo Bazán

La librería Tipos Infames acogió la presentación de la nueva biografía de la escritora gallega, a cargo de la historiadora Isabel Bustelo.

Una vida no es una fotografía, no es un cuadro; ni siquiera podría ser una película. Quizás, en todo caso, se pueda asemejar a un caleidoscopio, con su protagonista estirándose en varias dimensiones al mismo tiempo; siendo varios a la vez. Un rompecabezas de luces y sombras en variación continua sobre el escenario de su viaje.

Sucede en general, no sólo a los personajes célebres: alguien puede dar la imagen de un carácter “rotundo, de una pieza”, pero ser en realidad un puzle derivado en “laberinto”. Esto es lo primero que la catedrática Isabel Burdiel (Premio Nacional de Historia en 2011 por su libro sobre Isabel II) expuso ayer en la presentación, en la librería Tipos Infames de Madrid, de larga, exhaustiva, recién estrenada semblanza sobre la escritora gallega Emilia Pardo Bazán. Una personalidad, dijo, “imprecisa, volátil, con muchas ambivalencias” de todo tipo; “estéticas, emocionales y políticas”. Esas cosas que hacen que una vida resulte realmente interesante para otros. “El gran reto” al escribir este volumen, dijo la autora, fue “no escamotear nada de esa multiplicidad”.

Antes de su intervención, Elena Martínez, responsable de Taurus, celebró la buena salud de la colección de biografías que viene entregando esta editorial junto con la Fundación Juan March. Una serie que venía a tratar de “paliar la situación del género biográfico en España”, “más bien arrinconado” en nuestro país, en comparación con “otros de nuestro entorno”. En esa colección publicó recientemente Anna Caballé su libro sobre otra gran intelectual española de finales del XIX y principios del XX, Concepción Arenal.    

Hacía falta, dijo Elena Martínez, una persona capaz de captar con “delicadeza, elegancia y pulso narrativo” esas contradicciones, a veces aparentemente irreconciliables, que conformaron el carácter de Emilia Pardo Bazán; mujer brava que consiguió abrir caminos e imponerse con todo derecho entre la inteligentsia española de su época, a pesar de los consabidas trabas por ser mujer.

Que era, esto último, lo que casi siempre señalaba la crítica de entonces al abordar sus textos: teniendo en cuenta que era mujer… Esto lo señaló la periodista de El País Tereixa Constela, acompañante de editora y autora en la mesa y sparring de esta última en la conversación ante los lectores. Constela también había señalado ese carácter poliédrico de la biografiada con la frase “todas las Emilias Pardo Bazán”.

 

La primera Pardo Bazán se casó a los 17 años “con un hidalgo liberal-progresista, igual que lo era su familia”, señaló Burdiel… para acabar “conspirando” junto al bando carlista. Llegó, la futura escritora, a “comprar armas a Inglaterra con el dinero de su dote de bodas”. Le fue siempre la aventura, y hubo quien dijo, sin exagerar mucho, que de haber sido hombre, se habría echado al monte. Pero ese flirteo con el carlismo fue precisamente lo que acabó por sublevarla en la dirección contraria: “Fue seguramente una gran decepción, porque pensó que podía hacer algo desde el punto de vista teórico, pero se dio cuenta de que en ese ambiente ultra-católico no iba a ser más que un adlátere o florero para los carlistas”.

Por ahí pueden empezar las contradicciones: las de una mujer que, siendo conscientemente feminista antes del feminismo tal y como se entiende ahora, podía ser “más progresista en su vida que en su obra”, aunque esta última no tuviera nada de conservador. Progresista o conservadora, tal y como se pretende etiquetar a la gente de su época (como ahora con otros términos; y mañana), es algo harto simplista en alguien que era a la vez “nacionalista española y defensora de los derechos de la mujer”. Por eso, el objetivo de Isabel Burdiel “no era la glorificación sino la comprensión; no es una hagiografía, sino una biografía que intenta entender al personaje en su contexto. Entender qué quiso hacer, y qué hizo”.

Ella misma fue plenamente consciente también de su imagen pública: buscando pares con quienes compartir su caudal artístico e intelectual, se carteó con los popes de esos años, empezando por Francisco Giner de los Ríos, a quien advirtió a las primeras de cambio que no era lo que quizás se podría pensar que era. “No soy lo que pensáis; soy otra cosa, y quiero escribir”, resume Burdiel el planteamiento de Pardo Bazán desde el principio. A Leopoldo Alas, Clarín, también lo admiraba mucho, pero éste no se acabó tomando demasiado bien que “aquella señora de Coruña” se atreviera a hacerle tanta profusa crítica sobre La regenta. Buscaba su sitio, pero sobre todo encontrar a su tribu, y de paso también a un compañero espiritual: “Intentó buscar a su sabio en Menéndez Pelayo, pero no estuvo en absoluto dispuesto”.

Recordó Constela una frase de uno de sus detractores: “Por el ansia de llamar la atención puede bailar en cueros vivos en la Puerta del Sol”. Es decir, aclara la biógrafa: “Que ella quisiera intervenir en la vida pública era considerado exhibicionismo”. Fue Benito Pérez Galdós, con quien mantuvo un intenso vínculo (aunque sólo se conocen las cartas de ella, no las de él: debieron de tener “una relación muy bonita”, conjetura Bustelo) quien impulsó su candidatura a la Real Academia Española. Pero los elementos más levantiscos de la institución dijeron que no. Se dio cuenta rápido, Emilia Pardo Bazán, de que “no le iban a aceptar específicamente por ser mujer”. Pero, dice su biógrafa, “convirtió esa derrota en una victoria”, manteniendo viva la polémica “en el ambiente literario desde 1889 hasta 1912” aproximadamente.

Son algunos retazos del anecdotario, la vida vivida de puertas afuera, de una de las novelistas fundamentales de la historia española; pero es eso precisamente, su trabajo de escritora, el elemento primordial de toda su vida (la vivida hacia adentro). “Lo que he pretendido, fundamentalmente”, dice Isabel Bustelo, es “animar a que se le lea más”. “Lo fundamental es que es una enorme escritora. No en toda su obra, con cuarenta y cinco volúmenes de obras completas”, pero sí es, por ejemplo, “una cuentista fabulosa”.

La misma biógrafa confesó que en un principio creyó tener entre manos, más bien, a una escritora “de segunda fila”; pero no. También en eso podía engañar de lejos, la autora de Los pazos de Ulloa. Una escritora, por lo demás, que consiguió en vida un reconocimiento insólito, sí, para su época.

 

Por  Miguel Ángel Ortega Lucas

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