Una presentación de la editorial Fórcola me despierta esas ganas de escuchar a los autores, escogidos, cuidados, hasta me permitiría decir que mimados. Asistí a la presentación de La danza de la muerte. Bailar lo macabro en la escena, la literatura y el arte contemporáneo de Miguel Ángel Ortiz Albero, en la librería Rafael Alberti, acompañado de Fernando Castro Flórez, filósofo, ensayista y crítico de arte, y Javier Jiménez, editor de la citada editorial. “Un magnífico ensayo con un sesgo poético que lo diferencia del resto. Como una pieza de ingeniería barroca de Bach, de diversas piezas engarzadas”, explicaba el editor. “Sois dos grandes críticos, en el sentido noble de la palabra, tenéis un momento de recogimiento e intimidad, Ese momento peripatético, el del bosque y el paseo, los dos muy walserianos. Hay una confluencia clara en vuestros libros: se retroalimentan”.
Fernando Castro recordó una escena del teatro de Shakespeare, ¡la del pobre Yorick!, para justificar el núcleo del libro. “El humor extraordinario y melancólico de un libro tremendamente veneciano, editado por una editorial, Fórcola, esa pieza donde engancha el remo de la góndola, un ataúd bizantino”. No pasó por alto la referencia a Kantor y su teatro: “… hay que acordarse de todo y olvidarlo todo, no representamos nada…”
“Es una obra de palabras danzadas, un libro en el que las palabras parecen que bailaran y que todo pende de un hilo, la tarde en la que todo termina”. Un libro lleno de voces, de susurros, de sugerencias. Por allí pasan las voces de Valle Inclán, Baudelaire, Caraco, Andersen, Artaud, Ionesco, Handke, Walser, Auster, Vila-Matas, Perec, Joyce, … y la música de las Canciones a los niños muertos de Gustav Mahler, hasta Ligeti o John Cage.
Fernando seguía esbozando ideas: “Lo importante no es ensayar sino bailar. Aprender a bailar es aprender a pensar. ¿Para qué bailamos? Para acercar nuestro cuerpo al de los demás. Uno ensaya para encontrar compañía, una persona, un grupo teatral”.
Llegó el turno de Miguel Ángel que habló de utilizar dos referencias para escribir este ensayo. Paul Gauguin y lo que podría ser el pintar/escribir de memoria, y Jean Louis Barrault, director y actor francés, en su intento de aprenderse todos los “ubus“ de Al Jarry de memoria, dejar pasar el tiempo, y volver a recordarlos. “Me he perdido al escribir el libro. Walter Benjamin decía de Shakespeare que las batallas llegan al final. Los poderosos aparecen huyendo, se marchan. Cuando son conscientes de tener un público, paran y reflexionan, con independencia de lo que vaya a pasar luego”.
Es una drama barroco pensado para una hipotética puesta en escena. La relación con el mundo del teatro le llevó a escribir unas danzas contemporáneas de la muerte como una obra de teatro. Tras varias negaciones económicas la historia terminó en aquella pregunta: “¿Por qué no escribes un ensayo?”. Será el público quién decida si esto es un ensayo o un poema largo. Danzad, danzad, malditos, es vuestro tiempo.
Por Juan Carlos Portero