Ser una niña gafuda marca. Lo digo por experiencia. Cuatro ojos, se oye en la escuela. Por eso algunos padres buscan libros en los que los protas salgan con gafas, para normalizar el hecho de ver la vida a través del cristal. Al menos, eso les pasa en la librería El Dragón Lector.
O les pasaba. Porque acaba de presentarse «Las gafas de ver», editado por La Fragatina. Un álbum ilustrado de cuidado formato que (sin ánimo de destripar el final) cuenta la historia de Carlitos, un niño muy pequeño pero también muy enamorado de una chica del cole que no le hace ni caso. La esperanza de captar su atención renace cuando ella anuncia que le van a poner “gafas de ver”. ¿Le verá entonces, por fin?
El ilustrador Guridi (Raúl Nieto Guridi) y la escritora Margarita del Mazo llegan con este libro bajo el brazo para salvarnos a todos. A los pequeños, sobre todo a esos que pasan desapercibidos a ojos del mundo, de la invisibilidad a la que parecen condenados. Y a los mayores, de la miopía que hace que no veamos la realidad más allá de nuestras narices (o de nuestro ombligo).
Resulta extraño ponerse taaaan filosófica con un libro taaaan divertido como este. Sobre todo después de asistir a su puesta de largo en el Dragón Lector el pasado sábado 22 de febrero en el castizo barrio de Chamberí. Comenzando por el ratio de asistentes: a pesar de ser una librería dedicada fundamentalmente al público infantil y juvenil, los adultos −sentados en los banquitos mientras escuchábamos la narración de la historia con cara de admiración y los ojos brillantes de emoción−, ganamos por goleada.
Y continuando por las risas que nos echamos cuando la escritora Margarita del Mazo comenzó a probarse las lentes que había encontrado por su casa: gafas para ver la vida de color de rosa, psicodélicas, para bucear, con lucecitas… O cuando Guridi nos dejó a todos pasmados dibujando en un pis pás una escena alternativa para Carlitos bajo las indicaciones artísticas de un pequeño colaborador espontáneo.
Lo cierto es que la complicidad entre ilustrador y escritora se palpa. Guridi incluso cree que el trabajo colaborativo y la comunicación constante entre editor, ilustrador y escritor hacen que parezca un libro hecho por una sola persona. Margarita añade que el pensamiento de escritora ha sido muy gráfico, y viceversa.
Ha sido un proceso de creación lleno de pequeñas anécdotas. Nos quedamos con una de los orígenes: cuenta Guridi que la historia nació de esas veces en las que, en su condición de profesor, sus alumnos achacaban su capacidad para dibujar al hecho de llevar gafas de ver, y le pedían que se las dejara para probárselas.
Qué bueno que ahora, a través de estas páginas, los lectores también podamos saber qué se siente mirando el mundo a través de “Las gafas de ver”.
Por Verónica Íñigo