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Madrid, Jarcha, 02/04/2014

 

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Imagen: Librería Jarcha

Una reina y muchos reyes (de la casa) en la librería Jarcha

Qué mejor que celebrar el Día Mundial del Libro Infantil y Juvenil, el pasado 2 de abril, que en un espacio impregnado del inconfundible olor a goma de borrar: en Jarcha, la mítica librería que abrió sus puertas en el barrio de Vicálvaro (Madrid) allá por los años 70.

“¿Por qué celebramos el Día del Libro Infantil? ¿Qué escritor muy famoso nació un día como hoy?” La doble pregunta procedía de una de las libreras, Rocío, y la respuesta salió de los labios un muchacho: “Andersen”. Premio para el caballero. “Es súper importante que haya buenos libros en la infancia −explica Rocío−. Para entender la realidad de otra manera, para comunicarnos mejor con los amigos, para tener un mundo interior muy grande…”. “Y aprendemos muchas cosas en los libros”, añadió una asistente que no levantaba un palmo del suelo.

El pasado miércoles, en Jarcha, aprendimos también a desmontar varias mentiras: que los niños no se entusiasman espontáneamente ante los libros. Que no se pueden hacer sombras chinas en el proyector antes de que la presentación comience. También es falso que los más pequeños no puedan entender –o llegar a amar− historias complejas, como la que encierra el libro ilustrado en torno al que se había organizado la celebración del Día Mundial del Libro Infantil y Juvenil en Jarcha: Clarice era una reina, cuyas imágenes y textos son fruto del talento de José Rosero, y que ha materializado Lóguez Ediciones.

Maribel y Lorenzo montaron Lóguez en el posfranquismo, renovando el ñoño panorama al que se enfrentaban los lectores más jóvenes. “Gracias a ellos, hoy hay librerías entusiasmadas con los libros infantiles”, señaló Rocío. Hace un tiempo, Maribel llamó a José, que cruzó el charco “para contar que ilustra historias que otros imaginan… o que él mismo escribe”. Como esta.

Desconocido en España, pero laureado en Latinoamérica, José Rosero tardó entre 2 y 3 años en terminar este libro-álbum, que cuenta muy poéticamente la historia de María, alías “Clarise”, una chica del barrio de Soledad, en Bogotá, donde reside Rosero.

María pasaba cada día frente a su ventana. “Tenía muchos vestidos, que cambiaba cada tanto, e iba de un lado para otro”. Ropajes cosidos a mano de forma artesana utilizando materiales extraños, como plásticos o bolsas de basura. El autor acabó siguiendo, cámara fotográfica en mano, a este curioso personaje, de quien se dice que fue millonaria y acabó en la calle por culpa de un amante o de un acceso de locura. Caminando y cosiendo, en busca de su reino perdido.

Y en el caso de José Rosero, ¿cuál es su próximo paso en España? Por lo pronto, recibió (y aceptó) en vivo y en directo una invitación de Jarcha para realizar un taller sobre cómo se ilustra. “Pues yo quiero ser ilustradora”, dijo entonces una niña. Rosero le animó a ello, no sin atender también la petición de su padre: “Recomiéndale también, por favor, que recoja los bocetos que deja tirados”. “Eso es arte expansivo”, acertó alguien a decir, entre risas y aplausos.

 

Por Verónica íñigo

 

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