Emiliano Monge, bajar a los infiernos

Es conocida la migración centroamericana como un fenómeno en aumento desde finales de los años 90. Las causas son diversas y sumamente complejas, sin embargo las razones económicas continúan siendo el factor principal que expulsa a cientos de personas de sus países de origen. La segunda causa es la inseguridad y la violencia. A pesar de tener constancia el Gobierno mexicano no adoptó ninguna política para proteger los derechos humanos de las personas migrantes en su paso. Esa “herida” que no deja de sangrar nos acerca a Las tierras arrasadas de Emilio Monge (Ed. Penguin Random House).

El libro fue presentado la pasada semana en la librería Tipos Infames, de la mano de Marta Sanz, con el reciente Premio Herralde en 2015 bajo el brazo. “Lo conocí a través de una entrevista en la revista Quimera. Me dejaron fascinada las cosas que decía un novelista contemporáneo tal y como está el campo literario, que se atreviera a hablar de la opacidad y la oscuridad del lenguaje, y diera caña a las series de televisión. Éste es mi héroe…, no sabe dónde se está metiendo”. Emiliano aclaró el impacto de este modelo audiovisual en la actualidad: “Las series no deben generar literatura, debe ser al contrario. Hacer literatura desde las series me parece ridículo. La literatura le tiene que exigir al lector, y este poner de su parte”.

La novela Las tierras arrasadas se sitúa lejos de la ciudad, en espacios abiertos a pesar del encierro de los personajes, con un tema central que es la violencia. La novela hispanoamericana es difícil entenderla lejos de esa dureza. “Entre las 20 o 30 mejores novelas de América Latina es difícil encontrar alguna en la que que no haya alguna forma de la violencia”.

 

LAS TIERRAS ARRASADAS-EMILIANO MONGE II

Marta comentaba la posibilidad de que la poesía redimiera, pero Emiliano lo dejaba claro: “La violencia no es un personaje, tampoco es una historia, porque si no terminaríamos escribiendo novela negra. No es lo que yo hago, no es una historia de policías y ladrones, la violencia es el escenario. Puede ser vivida y contada de múltiples formas, para hablar no hace falta utilizar un lenguaje lleno de violencia o ser violento,  verbalmente hay que buscar siempre el contrapunto. La poesía no ha cambiado la violencia”.

Hay pinceladas de literatura clásica que aparecen en la obra. Marta preguntaba si  había  tratado de conciliar los referentes a la literatura clásica con la realidad más sórdida. “Lo que sale es de manera inconsciente. Leí mucha tragedia griega durante el proceso, conservas detalles de la dramaturgia, tienes muy presente los espacios. Pensaba la novela en un escenario, una novela muy visual”. En cuanto a la musicalidad de la obra señaló“Me lo han dicho, pero yo no escucho música ni cuando trabajo, ni en general. Me interesa las formas de hablar de la gente, no para reproducirlas, ni modos, ni formas,  pero si por la sonoridad. Yo murmuro cuando escribo”.

También hay espacio y tiempo para mirar hacia arriba y respirar. “Los pájaros tienen que ver con la vida, con el avanzar, con los trenes, con los autobuses. Hay pocos espacios para escapar, para la fuga. Los únicos que se van son los pájaros. Es una novela en el polvo. El pájaro es el único elemento que se libra por estar en el cielo”. Ante una situación extrema sólo nos queda la espera final“El migrante va perdiendo poco a poco casi todo, la nacionalidad, los derechos, en esa pérdida permanecen pocas cosas, una de ellas es la fe. La fe del que no tiene nada frente al poder de la Iglesia. Una búsqueda del salmo”.

¿Al final quién se salva de esta lacra? “Muchos fueron presos en EEUU, otros trabajan para las maras, etc. No hay salida, no hay otra opción, ni política, ni social, ni cultural. Hay una solución para ti, para ellos no. Para las mujeres es atroz, por el asunto sexual. Para empezar el viaje llevan dos o tres pares de ropa, zapatos y la píldora del día después. Asumen que serán violadas 2 o 3 veces. El hombre puede ser esclavizado, pedir rescate, la mujer además de eso puede ir a un prostíbulo. En Méjico la mayoría de ellos son propiedad de mandos del ejército. Entre los migrantes, la propia mujer ya es víctima de sus propios compañeros de viaje».

Bajar a los infiernos, no hay espacio para el purgatorio, ni el paraíso.

Por  Juan Carlos Portero

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