Repartieron los libros algunas semanas antes del encuentro. La cita estaba fijada para la tarde del 6 de octubre en Atticus-Finch. Con el comienzo de la nueva temporada, Eva, librera de la casa, ya había avisado que la traductora Pepa Linares volvería a impartir un club de lectura-clase magistral en la librería. La organización de clubs de lecturas en estos espacios resulta cada vez más habitual y es una buena noticia. Menos frecuente es que la batuta la lleve una traductora (o traductor), punto que llama especialmente la atención, suma. La propuesta nace de la alianza y de la implicación de estas dos mujeres con la lectura, el tema elegido: “Fuera del canon: tres grandes autores italianos mal conocidos por el lector español”. Giuseppe Bonaviri, Camillo Boito y Matilde Serao, tres autores que Pepa Linares sí conoce bien porque ella ha traducido algunas de sus obras al castellano.
EL ENORME TIEMPO. Apuntes para un diario de un médico siciliano (Ed. Sajalín), libro escrito por Giuseppe Bonaviri (Mineo, 1924 – Frosinone, 2009), escritor, poeta y médico, fue el centro de la primera sesión. Ya en el prólogo, también escrito por esta traductora, queda dicho que “ciencia y literatura fueron para él, en efecto, dos modos de explorar el mundo e investigar lo humano a los que dedicaría toda su vida”. Y así, desde esa perspectiva narra la historia que vivió en Mineo durante los siete años que ejerció allí como médico, los de mayor escasez de la posguerra. Con el libro ya leído, cada una de las asistentes con su propia experiencia del paso por esa cruda realidad de Mineo, nos reunimos con Pepa, para poner en común lo que se nos había quedado dentro del cuerpo y ampliar el mapa trazado previamente de forma individual, con su experiencia y conocimiento. Ella lanzó una imagen, cualquier pintura de Gutiérrez Solana (Madrid 1886-1945), en las que el pintor dejó constancia de la cotidianeidad y miseria de las zonas marginales del Madrid de la época. Muchos de los personajes de El enorme tiempo, aunque están situados en un entorno rural, podrían habitarlas. Personajes acostumbrados a vivir cerca de la enfermedad y la muerte como algo natural, sin drama. La enfermedad que toma importancia cuando impide realizar a la persona (niño o viejo) el trabajo del día a día, tan necesario para poder comer. La negación ante nuevas propuestas realizadas con la intención de mejorar la situación de vida, porque venían de “los otros” y no percibían en ellos la semejanza que permite confiar. Y a la vez, un joven cuyas raíces estaban en Mineo, se marchó para estudiar medicina y cuando regresó para ejercer su profesión tuvo que enfrentarse a lo desconocido en lo conocido, a las costumbres inamovibles, a las consecuencias de una comunicación frustrada. “No resultaba fácil cambiar la mentalidad de un pueblo suspendido siempre en el péndulo del desempleo y la miseria”.
Bonaviri aportó una dimensión espacial al tiempo, a ese que transcurrió en Mineo, tan presente ya desde el título. Un tiempo estancado, pantanoso. Un tiempo que es la Historia. Con su tono lírico, a través de una narración cercana al documental y al texto periodístico (como apuntó Linares), el autor puso voz a una experiencia colectiva, a las escenas cotidianas de aquellos habitantes que durante años fueron sus vecinos, algunos también sus pacientes. Después, pasaron a ser los personajes de esta obra, de ese ejercicio de ponerse en el lugar del otro a través de la distancia, con ayuda de la palabra, para conservar la memoria de lo vivido, para tratar de entenderlo mejor. “Doctor, el mundo es así y así será siempre”.
Por Ana Corroto