El 19 de noviembre acudieron a Los Encuentros de la Alberti José María Guelbenzu y Constantino Bértolo. El autor también estuvo acompañado por su editora, Ofelia Grande. Las primeras palabras fueron pronunciadas por Lola Larumbe, palabras de bienvenida y agradecimiento. Guelbenzu fue invitado para hablar sobre su último libro publicado , “Mentiras aceptadas” (Siruela). Bértolo para compartir conversación con él a través de preguntas que desde el inicio lograron captar la atención de todos los que estábamos allí. Pronto, el protagonista de la novela, Gabriel, se convirtió además en protagonista de la tarde. Su perfil dio bastante juego. Causó diferentes opiniones e impresiones, que fueron el punto de partida para debatir sobre temas que de una forma u otra aparecen en la novela; modelos familiares, comportamientos sociales vinculados a diversas personalidades, situación política y económica del momento. El encargado «oficial» de lanzar las preguntas mostró su ausencia de simpatía y estima hacia Gabriel. Guenbelzu habló de este personaje como un culpable que se siente culpable, una persona mansa.
Hay algo que puntualmente le permitió cambiar de estado, la enfermedad de su padre, alzheimer. El tema de los cuidados como una cara de los afectos, aparece de fondo en la historia que narra el autor y generó un ambiente de reflexión y algunas cuestiones entre los presentes. Gabriel también es padre de un hijo preadolescente, un padre divorciado que se plantea hacerse cargo él mismo principalmente de la educación del hijo, al comenzar a dudar de los valores que le puede transmitir la madre. Entre alusiones a la novela negra, a la estructura de la novela, al estilo de la misma, las relaciones familiares ocuparon un lugar destacado, como si de repente se hubiese metido el dedo en alguna llaga, o todos tuviésemos algo que decir respecto al tema aunque muchas palabras al final se quedaron dentro, sin ser compartidas. A un lado quedó la recomendación del autor acerca de guardar cierta distancia cuando uno lee una novela, dejando así en parte a un lado la tendencia a sentirnos identificados con lo que en ella sucede. Aunque también ha de tenerse en cuenta que esa tarde no fue de lectura, si no de una puesta en común de impresiones.
José María empieza a darse cuenta de que obra a obra y sin premeditación va construyendo narraciones que se están convirtiendo en la historia moral de una generación, que es a la que él pertenece. Y así, con esta reflexión y con el eco de las decisiones de Gabriel en la cabeza, dando las gracias, se apagaron las luces hasta el próximo encuentro.
Por Ana Corroto