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Imagen: Nollegiu

De vermut con Alejandro Palomas y “Una madre”

Es una mañana de sábado soleada, pero con un calor horroroso. Los rayos de luz y las altas temperaturas se cuelan por los ventanales de la librería Nollegiu en Poblenou, Barcelona. Los allí reunidos agradecen el vaso de vermut fresquito, pero no reclaman una segunda ronda al anfitrión, el librero Xavi Vidal, hasta que termina el coloquio que los ha congregado.

No parece importarles los rigores del incipiente verano de un 14 de junio a la una de la tarde. Ellos, unos 25 fans-fascinados, han venido a compartir impresiones con Alejandro Palomas, autor de Una madre, editado por Siruela.

El librero se puso en contacto con él por 3 razones: Porque Una madre es la obra más vendida del establecimiento (la semana anterior, durante la parada de su gira en Alcalá de Henares, tuvieron que darle una tirita para protegerle el dedo de las magulladuras de tanto firmar). Porque Xavi, devoto del momento postlectura por delante del antelectura, cree firmemente que, cuando contrastas un libro con otros, este gana… Y porque no paraba de recibir llamadas y correos electrónicos de clientes-lectores que le contaban lo mucho que les había emocionado.

Agotando existencias

«Alejandro, juegas en casa», cuenta Xavi que le dijo a Palomas. Y tanto. A pesar de haber repuesto las existencias, los asistentes volvieron a agotarlas, si bien para regalar una obra que ellos ya había disfrutado con deleite. Aunque sin desdeñar el negocio, «el encuentro con el escritor no es un mecanismo para vender más libros, sino un regalo para el lector», afirma Vidal.

El presente llegó en forma de un Alejandro cariñoso y firme en sus convicciones, que defiende con pasión. Y que parece no descansar nunca, como si en sus argumentos y reflexiones estuvieran buscando constantemente nuevos personajes.

Y es que Una madre es, esencialmente, una obra de personajes, muy bien construidos, por cierto, y que provocan la identificación del lector. Relata lo que sucede en una cena de fin de año, que dura unas 8 horas, durante la que cada uno de los miembros de la familia suelta un bombazo.

La sensación general de los devoradores de personajes, los lectores, recogida por Xavi, es que habían leído una novela en la que pasaba la vida, «cosas pequeñitas que se transforman en grandes cosas». Y en grandes emociones, experimentadas a ritmo de montaña rusa.

Como las que pueden vivirse cuando a una familia, ese ente tan complejo, se reúne en torno a una mesa. Y ante los caracteres de los comensales brota la duda: ¿Qué pasa cuando la cena acaba? ¿Cambiarán los personajes expuestos a cada una de esas noticias-bomba? Nosotras nos sabemos la respuesta del autor, pero −ssssshhh− nos la guardamos para que el debate que empezó en Nollegiu continúe aquí, en Llanuras.

 

Por Verónica íñigo

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