De editoriales a librerías

“En los escaparates se hace exterior la experiencia interior de las librerías”, escribe Jorge Carrión en Librerías, ensayo con el cual su autor quedó finalista del premio Anagrama de Ensayo 2013 y que a finales de mes se reedita, en una versión ampliada, en la colección Compactos de la editorial de Herralde. Si, como dice Carrión, los escaparates son la exteriorización de la experiencia que se vive y se ofrece dentro de las librerías, en más de uno y, bastante reciente, caso, los escaparates no se limitan a evocar exteriormente la experiencia libresca reservada para el interior, sino que aluden directamente al proyecto editorial que los sustenta y del cual derivan. En poco menos de un año, sea en Madrid sea en Barcelona, ya son tres las editoriales –Gadir, Blackie Books y Malpaso- que han decidido salir de los despachos destinados a la edición para abrir las puertas de sus propias librerías, que se convierten así en extensiones de un proyecto que ya no puede definirse únicamente como editorial, término que queda pequeño. En efecto, el proyecto de abrir una librería que dependa o que sea una extensión directa de la editorial implica, ante todo, pensar la editorial más allá del trabajo de edición, pensarla en cuanto pieza clave, pero no única, de un engranaje que tiene que ver con todas las diferentes vidas del libro e implica, en un segundo lugar, pensar la editorial como el punto de partida necesario para construir, desde ámbitos y estructuras diversas, un proyecto cultural de carácter generalista, donde la edición es solamente una pieza más de ese engranaje más complejo. “La librería Malpaso”, comenta Bernat Colomer, librero de la librería que la editorial barcelonesa ha abierto hace apenas tres semanas, “permite a la editorial crecer en tanto que proyecto cultural, que, a fin de cuentas, es el proyecto de Malpaso: crear un proyecto cultural desde perspectivas distintas, la literaria-editorial, la gastronómica y la libresca. Lo que le interesa a la editorial es crecer y generar un discurso para así participar en el debate cultural”.

 

Librerías - librería Malpaso

Librería Malpaso

El hincapié de Colomer en la voluntad de expansión de la editorial Malpaso que, actualmente, tiene, además de la librería, un restaurante mexicano con su mismo nombre, no es forzosamente el principal argumento esgrimido por los editores que, en este último año, han decidido abrir la puerta de sus librerías. En efecto, para Javier Santillán, principal responsable de la editorial Gadir, cuya librería ha abierto sus puertas este 2016 en Plaza Niño Jesús de Madrid, la librería responde a una voluntad de acercamiento a los lectores: “la idea es poder tener un contacto directo con los lectores, poder exhibir todo nuestro fondo editorial, lo que resulta hoy día difícil, y poder recomendarlo a la medida de lo que requiere cada lector”. Si por un lado, la librería Malpaso se presenta como una librería generalista que, al mismo tiempo es “consciente de que hay una limitación de espacio que obliga a ser una librería de selección y de prescripción” y, por el otro lado, Gadir se define como una librería a través de la cual “poder tener un contacto directo con los lectores, poder exhibir todo nuestro fondo editorial, lo que resulta hoy día difícil”, la librería Lino, perteneciente a la editorial Blackie Books, se caracteriza por ser un microespacio en el cual los lectores pueden encontrar joyas bibliográficas, ediciones agotadas o ejemplares únicos, raras avis del mundo de los libros. Lino, como apuntaba el editor de Blackie Books, Jan Martí, es un espacio sui generis, una librería singular que escapa de las definiciones más habituales. Ante todo, su microespacio en Hotel Casa Bonay convierte a la librería más en un pequeño espacio con algún estante, que en un verdadero local comercial; asimismo, el carácter constantemente mutable de la oferta de libros y el hecho de que los libros en venta escapen de la actualidad literaria y sean obras bibliográficas, de mayor o menor valor, pero siempre obras de difícil acceso en el mercado, convierten a Lino en una librería para la cual todo intento de definición está irremediablemente destinado a la frustración. Ni librería de viejo ni librería de nuevo, ni librería especializada ni tampoco librería para la exposición del catálogo de Blackie Books, Lino parece rehuir de las etiquetas, pero en este rehuir refuerza subrayando el carácter de la editorial de Jan Martí, que, no acaso, define Blackie Books como “una editorial ecléctica por su colección de libros provenientes de ámbitos muy distintos”.

Un modelo nada nuevo, readaptado al tiempo presente

Si bien es cierto que la apertura de estas tres librerías apadrinadas por tres editoriales distintas ha puesto de actualidad este modelo de librería de editorial, no debe olvidarse que no se trata de una novedad, todo lo contrario. Como apunta Jorge Carrión, la propuesta de distintas editoriales de abrir librerías puede leerse como una vuelta al origen de la historia de las librerías: “Las librerías nacieron de las editoriales, o al menos muchas de ellas, en la Antigüedad, y ese modelo se mantuvo muy vivo al menos hasta el siglo XIX”, señala Carrión, para quien, además, esta “vuelta al origen” responde “a la lógica de la hibridación que está en el ADN de la librería. Si pensamos en las grandes librerías del siglo XX, como Shakespeare and Company de Beach, City Lights de Ferlinghetti o Colonnes de Tánger, siempre se han vinculado con sellos propios, o con iniciativas editoriales más o menos fugaces”. En efecto, concluye el autor de Librerías, hay que recordar que una de las librerías La Central “tiene su propio sello, Arcadia” y, por tanto, la interrelación entre editoriales y librerías “es una constante”. Ejemplo de esta interrelación, a la vez, ejemplo inverso a los casos mencionados, es Marcial Pons: el librero Marcial Pons Albéjbar abrió su primera librería en Madrid en 1948 con la voluntad de crear una librería especializada en cuestiones jurídicas, económicas y de ciencias sociales. Más allá de haber crecido en número de locales -actualmente cuenta con cuatro librerías, dos en Madrid y dos en Barcelona- Marcial Pons Albéjbar decidió hacer el recorrido inverso y crear una editorial, que fuera coherente con la oferta ensayística de la librería. Marcial Pons pasó de librería a editorial para publicar aquellos títulos que como librería ofrecía y satisfacer las peticiones y anhelos de los lectores que frecuentaban la que algunos consideran una de las primeras librerías especializadas en la España de la posguerra. El ejemplo de Marial Pons obliga a preguntarse qué pasa cuando desde una editorial ya se intenta ofrecer a los lectores aquellas lecturas que el mercado no ofrece. ¿Llega la librería allá donde la editorial no puede llegar? Gadir y Malpaso representan dos formas distintas de contestar esta cuestión, dos maneras distintas de entender la librería y, sobre todo, dos maneras distintas de organizar bibliográficamente los anaqueles de la librería.

 

Librerías - libreria Gadir

Libros de la editorial Gadir

“Gadir se centra en gran parte en nuestro catálogo, diría que de momento en un 80%, con el tiempo iremos abriendo más la disponibilidad de otros títulos, dentro de las limitaciones de espacio que tenemos y siendo siempre selectivos, queremos tener libros que podamos recomendar” comenta Javier Santillán, que, si bien describe la librería, así como la editorial, por su carácter generalista, ve en la librería la posibilidad de dar visibilidad al propio catálogo y, en concreto, recuperar el fondo bibliográfico de la editorial Gadir, sin excluir el fondo de otras editoriales, si bien la presencia de éstas es proporcionalmente menor: “Por culpa de la crisis, vivimos un fenómeno de superficialidad editorial en muchas librerías, valga el juego de palabras: la novedad se ve, el fondo, no. Pero el fondo no es peor que las novedades, y poder mostrarlo y recomendarlo es algo que agradecen los lectores”. Por su parte Bernat Colomer, también presenta la librería Malpaso como una librería generalista, no habla de una librería de fondo, pero sí de una librería de prescripción; en sus mesas temáticas, la novedad se mezcla con libros que ya cuentan en sus lomos con algunos años y que Bernat recupera de los anaqueles para reponerlos a los lectores. Colomer hace hincapié en la prescripción, que no tiene que pasar por una mayor presencia de los libros de la editorial Malpaso: “Cualquiera que pase por la librería verá, obviamente, que Malpaso o Libros del Lince tienen un espacio destacado delante, pero no tiene ningún otro trato de favor. No se trata de que la librería sea el sitio donde más libros de Malpaso se vendan o donde mejor expuestos estén; en realidad, se van a vender, sin duda alguna, muchos más libros de Malpaso en tiendas como Fnac, La casa del libro, La Central o en cualquier otra que sea más grande que nuestra librería”. Colomer insiste en que “la librería Malpaso es un proyecto separado de la editorial, las injerencias las hay, pero deben ser lógicas y coherentes”; para Colomer la separación de los proyectos se refleja, ante todo, en la distinción de los objetivos y las necesidades que cada proyecto puede tener, distinción que se hace evidente cuando determinadas presentaciones de Malpaso no se hacen en la librería propia, sino que se busca un espacio mayor y más céntrico: “ jamás nos habríamos planteado montar la firma de libros de Iniesta en esta librería, por mucho que comercialmente para la librería pudiera ser fantástico, pues para la editorial no tenía sentido obviamente traer alguien del calibre de Iniesta a un espacio tan pequeño como el de la Librería Malpaso. Con esto, lo que quiero decir es que hay un balance entre cosas que pueden ser interesantes para la librería y cosas que pueden ser interesantes para la editorial”.

Conseguir lectores

Afirmar la separación entre la editorial y la librería, más que afirmar una realidad en sí misma, es explicitar modelos distintos de librerías, dos modelos cuya distinción se hace evidente en la oferta de libros ofrecidos; evidentemente, en Gadir los libros propios tienen una presencia distintiva; lo mismo sucede en la ya histórica Marcial Pons, sin embargo, la menor presencia de libros propios tampoco se puede entender como una verdadera separación de proyectos, puesto que, retomando las palabras de Carrión, allí está la vitrina y el nombre de la librería para remitir directamente a la editorial, para reforzar la marca y para distinguirse entre otras editoriales. Si bien es cierto que tanto Santillán como Colomer comentan que sus clientes no son forzosamente lectores de las editoriales –Colomer, en efecto, subraya que sus principales clientes son gente del barrio, que ansiaba tener una librería cerca al carecer esa zona de centros vinculados al libro y a la literatura-, resulta difícil pensar que los clientes salgan de los locales sin conocer que tras aquellas estanterías está una editorial, un catálogo propio y unos libros en concreto.

Es un regreso al origen, pero, ante todo, la asociación entre librería-editorial es una forma de crear marca y de reforzarla; más allá de los intereses y las dinámicas diferentes, librería y editorial buscan lo mismo: fidelizar lectores. Y no hay mejor modo de fidelización que ocupar los dos lugares principales de la cadena de libro, la edición y la venta. En un momento en el que, a pesar de lo pronosticado, las ventas no han conseguido todavía revertir las pérdidas sufridas en los años de la crisis, que, en verdad, no acaba de dejarse atrás, en un momento en que, con mayor o menor motivo, el mantra de la ausencia de lectores debilita, aún más si cabe, el sector del libro, la fidelización de lectores y la incorporación de nuevos lectores es el reto de los distintos grupos del sector de libro: de editores a libreros, el objetivo es encontrar y crear cada día nuevos lectores. De ahí que Bernat Colomer no titubee al decir que “si bien son muy importantes los actos y actividades que puedan celebrarse en la librería, lo esencial es que la librería se mantenga por los libros. No sirve que la librería se llene solo cuando hay algún acto, la librería debe llenarse cotidianamente con lectores que vienen a por sus libros”. Y si llenando los propios pasillos con clientes, se puede llenar también la editorial de fieles lectores, el reto ha sido conseguido. De ahí que, desde formas distintas de concebir la librería, con distintas estrategias y diferente oferta de libros, las editoriales que abren librerías consiguen acercarse, sin intermediario alguno a los lectores, a los que ya tiene y a los que, posiblemente, van a tener. Si el reto es crear y conseguir lectores, este binomio es una de las estrategias que, en tiempos no aptos ni para la lírica ni para la letra impresa, más de una editorial no ha dudado en poner en práctica. Hay que lanzar los dados y probar, pues, ya lo decía Mallarmé, una tirada de dados jamás abolirá el azar. Y es en este azar donde se juegan los lectores de hoy y de mañana.

 

Por  Anna Maria Iglesia

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