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Madrid, Jarcha, 21/05/2017

 

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Jorge Edwards en Jarcha: un recital de memoria e ironía

El pasado miércoles 17 de mayo, la librería Jarcha se puso de gala para acoger una visita excepcional. Jorge Edwards, el prolífico escritor chileno, acudió a un encuentro en el que narró algunas de las asombrosas anécdotas que conforman su libro Prosas infiltradas, publicado recientemente por la editorial Reino de Cordelia. El ganador del Premio Miguel de Cervantes en 1999 dio un recital de memoria e ironía con cada una de sus evocaciones. Porque Prosas infiltradas, además de ser un minucioso análisis político y social de América Latina, es también un baúl de los recuerdos. “Apellidarse Edwards y ser escritor es muy difícil en Chile”, dice con su fino sentido del humor. Sin embargo, su apellido no le ha impedido seguir escribiendo con la misma lucidez y frescura ni siquiera ahora, a sus 85 años.

La vida de Jorge Edwards daría para muchas novelas, aunque él mismo asegura que recuerda con especial cariño su amistad con Pablo Neruda. “Al principio temblaba frente al maestro”, reconoce, aunque el paso del tiempo forjaría una confianza mutua inquebrantable. “Escuchaba con mucho interés sus apasionadas historias. Neruda era un escritor muy astuto, muy claro en su juicio”. De las experiencias del poeta menciona una, la ardiente historia de amor que vivió en su juventud cuando le hicieron cónsul de Birmania. Se enamoró de una birmana, Josie Bliss, cuyo fuerte carácter dominante provocó que Neruda llegara incluso a escapar de ella rumbo a Ceilán. “Pero un día vio desde su casa un camión de mudanzas que empezó a descargar muebles que le resultaban familiares. Eran los muebles de la casa de la birmana, que se quería mudar con él”, cuenta Edwards.

Esta aventura amorosa de Neruda, que tiene muchos más capítulos, llamó la atención de Edwards hasta el punto de ser fuente de inspiración para su próxima novela. “No voy a contarlo todo ahora para que así alguien la lea”, dice entre risas. Los halagos al poeta chileno continúan cuando menciona a otro de los grandes, Federico García Lorca, al que admite haber leído con frecuencia durante su infancia. “Lorca decía de Neruda que era la persona con más gracia que había conocido. Su humor hizo que no se llevara muy bien con otros artistas como Enrique Lihn”.

 

Por las páginas de Prosas infiltradas discurren otros personajes históricos como Voltaire, Montaigne, Unamuno, Laurence Sterne, Machado de Assis o Marcel Proust. Del último guarda una anécdota muy divertida. Cuando preguntó por él a su tía Fanny, que fue vecina del novelista francés en París, ella sólo supo decirle que “llevaba los cuellos de la camisa duros con algodones por debajo”. Borges, Octavio Paz y Julio Cortázar también aparecen con frecuencia en la obra como maravillosas reminiscencias que forman parte de la historia de la literatura.

Años de turbulencia

 

Buena parte de las experiencias vitales de Edwards cristalizan en un contexto histórico que marcó en gran medida su visión del mundo. En los últimos años de gobierno de Salvador Allende en Chile, Edwards llegó a Cuba para que las relaciones diplomáticas entre ambos países volvieran a la normalidad. Sin embargo, el escritor fue expulsado de la isla por orden de Fidel Castro sin lograr sus objetivos. Fruto de esta vivencia con el líder revolucionario publicó en 1973 Persona non grata, que aún hoy sirve como profunda reflexión sobre el ambiente que respiraban los intelectuales cubanos de la época. Prosas infiltradas disecciona con rigor lo que significó en su momento el mandato de Castro y las consecuencias del mismo a nivel global.

El golpe de Estado en Chile de 1973, que acabó con la muerte de Allende y el inicio de la dictadura de Augusto Pinochet, se produjo mientras Edwards estaba en España, concretamente en Calafell (Tarragona). Fue su hija Ximena, que por entonces tenía siete años, quien le informó del suceso tras verlo por televisión: “Papá, están bombardeando La Moneda”, dijo, refiriéndose a la sede presidencial chilena. Edwards tenía claro que el nuevo régimen se prolongaría muchos años, “quizá no tantos como la dictadura franquista, pero sí al menos la mitad”. Y no se equivocó, ya que la democracia no volvería al país hasta 1990.

Neruda (siempre presente) vivió sus últimos días durante los primeros pasos del régimen militar. Pocas horas antes de morir, le dijo a un amigo suyo que iba a marcharse a México porque en Chile iba a reinar la “mediocridad intelectual” bastante tiempo. Pero Jorge Edwards, cuya pluma nunca ha conocido el sabor de la mediocridad, ha sabido transformar sus recuerdos en obras literarias que son el puro reflejo de la sociedad. Hoy son otros autores los que tiemblan ante él, porque se ha convertido en maestro.

 

Por  Christian Rubio

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