Imagen: Librería Deborahlibros

Librerías que abren

“Por supuesto que el libro tiene futuro, y claro que seguirá habiendo librerías”, escribe sin atisbo de duda Petra Hartlieb al final de Mi maravillosa librería (Periférica): “No puedo responder más que esto, pues es como si le preguntases a un ganadero que tiene el establo lleno de vacas lecheras si cree que en el futuro se seguirá bebiendo leche. No tenemos más remedio, tanto el librero como el ganadero, que creer en nuestro trabajo”. Diez años después de abandonar su acomodada vida en Alemania y abrir una pequeña librería en la histórica ciudad de Viena, Hartlieb no tiene dudas acerca del futuro de los libros. Su confianza, sin embargo, no hace de su libro una dulcificada e idealizada narración en torno al sueño de abrir una librería; Hartlieb huye de toda condescendencia al romanticismo que rodea el trabajo del librero, no elude el temor, las dudas y el sacrificio de los primeros años que envuelven e, incluso, ennegrecen el proyecto libresco. Diez años después, Petra Hartlieb comprueba el éxito de aquel proyecto que algunos tildaron de aventura, incluso de estrambótica locura.

Hoy día, no sólo son pocos los libreros que no se han enfrentado a un comentario similar, sino que muchos conviven con los continuos artículos y reportajes acerca del cierre de librerías. “Prefiero no hacer caso a estos discursos que sólo hacen énfasis en el cierre de librerías”, nos decía hace un par de meses Xavier Vidal, dueño de la librería Nollegiu, que en un mes volverá a abrir en un nuevo local más amplio, siempre en el barrio de Poblenou. Nollegiu es solo un ejemplo que contrarresta el discurso catastrofista en torno a la vida de las librerías en España, país que, si bien tiene índices de lecturas dolorosamente bajos, sobre todo en comparación con Francia e Italia, está siendo escenario en los últimos años de la apertura de un nuevo modelo de librería que, bien podría adoptar el adjetivo de independiente: sin pertenecer a grandes grupos empresariales ni a cadenas nacionales o internacionales, se trata de nuevas librerías que, con un espacio limitado, se configuran como centros nucleares de vida cultural.

Barcelona, Madrid, Pamplona

 

Son espacios que, como señala Ángel Tejerín, dueño de la reciente librería barcelonesa On the road (c/Verdaguer i Callis, 14) reivindican la figura del librero: “Lo que yo defiendo es una librería pequeña y modesta. No tengo mecenas, ni contactos en ningún periódico, todavía no tengo clientes fijos porque pocos me conocen, no he recibido ninguna subvención del Ayuntamiento, estoy solo y tampoco puedo hacer muchas actividades extras fuera de mi local, pero tengo ganas y sé muy bien lo que quiero que esto sea, y es una librería auténtica, bohemia, actual, nada aburrida y con un fondo que selecciono yo libro a libro, portada a portada, argumento tras argumento”.

 

Librería On the road - Barcelona

Librería On the road

Las palabras de Ángel las suscriben, desde ciudades y escenarios diferentes, libreros como Rafael y Miren o Katixa: los primeros han abierto, hace poco más de un mes, Nakama (Calle Pelayo, 22 ) en pleno barrio de Chueca, en Madrid, mientras que Katixa dirige en Pamplona desde poco más de quince días Deborahlibros (Av. Baja Navarra 44). “Ser librero o librera es una profesión, un oficio, o, mejor dicho, una vocación, que implica, a su vez, mucho sacrificio: los horarios, la dedicación constante, una formación autodidacta inagotable, la conjunción en una misma persona de todas las facetas que supone una librería, desde la atención al cliente, pasando por el conocimiento del producto, las tareas administrativas, fiscales, etc”, señalan Rafael y Miren, siguiendo casi involuntariamente la estela de Harlieh. Los sacrificios, mayores en un momento de poca bonanza económica, son, sin embargo, contrarrestados por el carácter vocacional del oficio de librero: “los bibliófilos empedernidos somos evangelizadores (difundimos la lectura) y deseamos vivir de ella”, afirma Katixa. Para los cuatro –Rafael y Miren, Katixa y Ángel- a la vocación de librero se suma una concepción ética de su labor; “nos aferramos a intentar ofrecer alegría e ilusión, o, mejor aún, emoción, en lo que hacemos. Ningún ser humano, por muy tecnificado o iphonizado que esté es capaz de ignorar o pasar por alto su capacidad de emocionarse y sentir. Es esta nuestra arma ante la desilusión reinante en los últimos años”, señalan desde Nakama.

 

Nakama-Interior

Interior de la librería Nakama / Paul Rodríguez

Mientras que Ángel Tijerín explica como el propio nombre de la librería, On The Road, apunta a un proyecto que trasciende la simple compra-venta de libros: “Jack Kerouac y los de su generación no sólo son un grupo que se drogaba y se lo bebía todo, son unos auténticos revolucionarios de su tiempo: a través de los libros, se mostraban críticos con una sociedad con la que no encajaban y defensores, no sólo de una forma diferente de escribir, sino también de la libertad sexual y de pensamiento, de los derechos humanos, de las formas de vida diferentes y las diferentes religiones”. Algo parecido señala Katixa desde Pamplona, “vender libros también es proveer de lecturas a otros, además de hacer caja, y eso, en mi mundo, es un privilegio”. Como los demás libreros,  la dueña de DeborahLibros es consciente de los bajos índices de lectura y de la necesidad de acrecentar el número de lectores, seduciendo también a un público a priori no lector: “No he sido muy original en cuanto a pensar actividades que atraigan al público. En enero empezaré con los cuentacuentos, las charlas relacionadas con libros y todas esas acciones que ya se ven en otras librerías”, apunta desde Pamplona  Katixa, que ha hecho de su blog literario unos de los importantes pilares para la difusión y publicitación de su librería: “me voy a apoyar bastante en el blog para difundir la librería o las lecturas que yo misma hago. El blog de reseñas tiene 7 años y soy ya una bloguera adicta (al mío y a los de los demás) así que Internet juega un papel fundamental en la forma en que quiero llegar a mis clientes”.

Confianza en los encuentros

 

Las actividades se han convertido en un elemento esencial para la vida de las librerías –La Calders y Documenta en Barcelona o Tipos Infames y la Librería Alberti en Madrid, son buen ejemplo de ello-, sin embargo su organización no es siempre fácil, como señala Ángel Tijerín, “muchos de los escritores importantes, que mueven a gente o empiezan a ser importantes son absorbidos por las grandes librerías y contra eso no podemos hacer nada. Es lo de siempre, cuando un escritor tiene fama pocas veces decide ir a una librería pequeña a promocionar su libro sabiendo que no va a vender tanto como en una que le haya dado muchísima publicidad y congregue a muchísima gente”. Algo más optimistas se muestran desde Nakama, para cuyos libreros “la Cultura y las Humanidades no sólo han de vivirse en la soledad beneficiosa y placentera de la lectura personal, también compartir sus efectos y las emociones con otras personas nos hace mejores, nos ayudan a sentir más las obras, a advertir ciertos aspectos que, en soledad, se nos habrían escapado quizás…”. En efecto, Nakama trasciende la mera definición de librería, al ofrecer “fotografías de autor, plantas de fácil cuidado que ayudan a crear un mejor ambiente en casa, que hacen más agradable nuestro rincón para la lectura en nuestra habitación, una selección de vinos que complementen al libro como regalo”.

 

Concierto en la librería Nakama / Paul Rodríguez

Concierto en Nakama / Paul Rodríguez

Distintas estrategias, pero un mismo modelo, la de la librería de confianza y la del librero en contacto permanente con los lectores. Así podría resumirse el proyecto, ni aventura ni locura, sino sólido proyecto librero de DeborahLibros, Nakama y On The road. Conscientes del contexto y sobreponiéndose a los discursos más agoreros –“Los datos negativos no me han afectado lo suficiente como para quitarme las ganas. Yo sólo tengo una vida y en ella tengo que intentar hacer lo que siempre he querido, aunque luego me estampe contra el suelo”, afirma con contundencia Katixa-. Estos jóvenes libreros se muestran esperanzados; como Petra Hartlieb, no tienen más remedio y tampoco otro deseo que creer en su trabajo. Los bajos índices de lectura están ahí, promovidos por un carente sistema educativo con respecto a las Humanidades y por un constante desprestigio y desinterés por la cultura por parte de quien gobierna, la crisis económica sigue azotando a gran parte de la población y las ventas han debilitado a todo el sector del libro. Sin embargo, aquello que nos demuestran estos libreros es que de poco sirve lamentarse, “no todo está perdido, ni muerto”, exclaman Rafael y Miren, mientras que Ángel no vacila, “creo en esto”. Y su confianza en su proyecto, su aferrarse diariamente a la ardua, apasionante y enriquecedora labor de acercar cada libro a su lector es la más contundente respuesta a los discursos más negativos, a las previsiones más agoreras y a la más autocomplaciente lamentación. Rafael, Miren, Ángel y Katixa, como hace un par de años Xavier Vidal, decidieron desoír los malos augurios y abrir una librería. Ellos dieron la vuelta al cristal y puede que haya llegado el momento que “apoyar nuestras librerías” no sea simplemente un hastag de twitter y empezar a hablar de ellas, visitarlas, coger libros de sus estanterías, comprarlos, confiar en los libreros, crear un vínculo con la librería, convertirla en lugar de reunión, en punto ineludible de visita, en definitiva, situar la librería en el centro de nuestro interés y de nuestra cotidianidad. De nada vale hablar una vez que la persiana se ha bajado ya definitivamente, hacer vivir las librerías es vivirlas mientras viven.

 

Por  Anna María Iglesia

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies