“Las ciudades son libros que se leen con los pies”. Con esta cita del poeta y cantautor Quintín Cabrera se inicia uno de los viajes más profundos que ha realizado el escritor zaragozano Pedro Bosqued, el alumbramiento de su libro Pieles de Italia. Un recorrido por las pequeñas ciudades italianas (Ed. Confluencias). El pasado 6 de abril la mítica librería madrileña Rafael Alberti acogió la presentación de uno de esos libros-joya que no muchas editoriales se arriesgan a publicar hoy en día , un libro de viajes interiores que tiene como destino las ciudades menores de Italia.
Rodeado de amigos y compañeros del gremio, como el escritor Eloy Tizón, Pedro Bosqued habló de su propia experiencia literaria como autor, y como viajero, una mezcla de cualidades que permiten a quien lee la obra caer en el embrujo de la Italia profunda y de sus gentes. Al fin y al cabo, son estas últimas las que hacen de las ciudades y los destinos un lugar diferente para cada visitante. Según el autor, el objetivo de Pieles de Italia es “causar un recuerdo de cada ciudad en las personas que nunca las visitarán”. Para ello, el propio lector debe ser cómplice de la obra y “adoptarla para que tenga vida”, explicaba Bosqued.
Un libro iluminado
Una de las peculiaridades de Pieles de Italia es la presencia entre sus páginas de las ilustraciones de Mar Lozano Reinoso, que acompañó a Pedro Bosqued durante la presentación. La ilustradora fue responsable en gran parte de que la idea del libro se plantara en la mente y en la pluma del autor, tal y como reconoció Bosqued al explicar el origen de la obra.
Lozano ha puesto imagen sobre papel a las ciudades que protagonizan el libro, algunas tan conocidas como Siena, Módena o Asís, y otras perdidas en los caminos de Italia: Ferrara, Sabbioneta, Cremona…
“Yo veo la ilustración como puerta de acceso y también como ventana”, explicaba la ilustradora sobre su trabajo en la obra, reivindicando así “la capacidad de alusión” y el “carácter lúdico” de las imágenes que acompañan el texto.
¿Un libro de viajes?
“Demasiado raro para ser un libro de viajes” afirmaba el autor, quien reconocía que su obra no está encorsetada en los cánones actuales de este género. De igual manera se expresaba Mar Lozano, que describió la obra como “un libro de percepciones” que “reconstruye cada lugar” con la palabra y no como “un libro de viajes o un diario”.
“Este libro es de todo menos cordura”, declaraba en tono cómico Pedro, y haciendo un guiño a los lectores, animaba a leer también la carta con que se cierra Pieles de Italia, escrita por un personaje peculiar, Gio, el viajero obstinado, fruto de la convivencia entre escritor e ilustradora. “Quién entienda la carta, entenderá el libro”, concluía el autor.
Es probable que los lectores del libro discrepen de la opinión de Bosqued y Lozano, porque quizás “Pieles de Italia” sea realmente un libro de viajes, uno de los buenos. Al fin y al cabo los viajes y los destinos son tan particulares y personales como lo son cada uno de los viajeros que los realizan o los visitan.
Basta con leer unas líneas del capítulo de Cremona y la descripción de su Torrazo o escuchar la voz melancólica de Pedro Bosqued leyendo el pasaje de Sabbioneta, para sentirse transportado a ese lugar y vivir lo que él vivió, experimentar el éxtasis del descubrimiento y, además, poner parte de uno mismo en cada vecino, en cada piedra, en cada calle de esas pequeñas ciudades italianas que entre estas páginas muestran sus pieles.