Cosmopoética: todo es poesía

Había dicho que la poesía era su droga y, en efecto, no había día que Juan Eduardo Cirlot no escribiera unos versos, muchos de los cuales, sin embargo, terminaron desechados por el propio poeta. Cirlot escribía, primero de todo, por la necesidad de escribir, publicar no era su obsesión, comentaba su biógrafo Antonio Rivero Taravillo hace apenas una semana y media en Córdoba, durante la celebración de Cosmopoética, que este 2016 y bajo la dirección del poeta Nacho Montoto llegaba a su décimo tercera edición. Había sido necesario viajar hasta la ciudad andaluza para asistir a un homenaje por el centenario del nacimiento del poeta de Barcelona, ciudad que, por su parte, parece haberse olvidado –ay esos olvidos tan voluntarios como nada inocentes- del autor de Bronwyn, “en mi opinión el mejor poeta que hubo en Barcelona en el siglo XX”, sostiene Taravillo, autor de Cirlot. Ser y no ser de un poeta único, la primera biografía de un poeta que el propio ensayista define como “extraordinario”.

“Obsesionado con la irrealidad, concediendo la primacía al deseo sobre el placer, luchando a brazo partido para que quedase su obra en un mundo (odiado) en el que no permanece nada, el minusvalorado Cirlot fue generoso, orgulloso, sacrificado, insatisfecho, dual y, pues investigó incansablemente sobre las formas, un innovador como no hay otro en nuestras letras del siglo XX”. Así describe Taravillo, en el epílogo de su biografía, a Cirlot, que consiguió reunir en la sala Orive de Córdoba a un buen grupo de personas, muchas de las cuales, a la salida, se detuvieron ante el pequeño mostrador de libros para adquirir alguna de las obras del poeta. Durante la conversación mantenida con Francisco Lira, Taravillo prefirió no adentrarse en los motivos que han llevado a los escasos homenajes ofrecidos al poeta, en concreto en Catalunya. ¿Cuestiones políticas? El carácter “extra-ordinario” de Cirlot e, incluso, su posición contrapuesta a los movimientos estéticos de su época lo han convertido en una especie de heterodoxo que, a pesar de los años transcurridos, todavía hoy resulta difícil situar en el mapa poético. “Él mismo se aplicó siempre una dura ley de extranjería: sonámbulo en la vigilia y solo con la ciudadanía de los sueños, religioso entre los surrealistas, amante de lo castellano en Cataluña y de la poesía extranjera sobre la española, reivindicador de su sangre irlandesa y francesa, de lo nórdico, sobre lo hispánico, reaccionario entre los izquierdistas y vanguardista entre los conservadores”, apunta Taravillo, concluyendo que el encaje de Cirlot no era “posible nunca sino en el conflicto”.

 

cirlot

Si bien agravado hoy por cuestiones político-ideológicas, el conflicto sigue definiendo el posicionamiento de Cirlot dentro de un supuesto canon poético y no en vano que utilizamos el adjetivo de “supuesto”, porque es precisamente la puesta en discusión del concepto de poesía y de lo que, tradicionalmente, debe configurar un festival de poesía, aquello que ha definido este último Cosmopoética. La presencia de Cirlot no sólo debe leerse como el homenaje debido al poeta, sino como una declaración de intenciones, cuyo arranque no era otro que unir a Francisco Arrabal y a Albert Pla para la inauguración. Algunos puristas se desgarrarán hasta las últimas vestiduras, sin embargo, más allá del gusto personal, que poca importancia tiene más allá del ámbito íntimo, el gesto de Nacho Montoto a través de Cosmopoética obliga a preguntarse no sólo qué se entiende por poesía hoy día, sino a observar como lo considerado hasta hace poco heterodoxo o, incluso, no poético entra a formar parte de un festival que entiende la poesía no sólo como género literario sino como expresión estética bajo modos tan distintos como antagónicos.

Cosmopoética: mezcla, subversión y declaración de intenciones

 

“Coja un periódico
coja una tijeras.
Escoja en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema.
Recorte el artículo.
Recorte enseguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa
Agítela suavemente.
Ahora saque cada recorte uno tras otro.
Copie concienzudamente en el orden en que hayan salido de la bolsa.
El poema se parecerá a usted.
Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante aunque incomprendido del vulgo”

Tristan Tzara, el autor de estos versos, fue el protagonista de la inauguración de Cosmopoética, lo fue de la mano de otro gran provocador, Fernando Arrabal, quien ofreció una conferencia de título más que elocuente: “Mis partidas con Tristan Tzara y mi partida con su hijo”. El que fuera definido por el crítico del New York Times, Mel Gussow, como el único superviviente de los “cuatro avatares de la modernidad”, trazaba así una línea de continuidad entre Tristan Tzara y él a partir de Christophe Tzara, con quien el propio Arrabal había colaborado, una línea, podríamos decir, poética, que, sin embargo, lejos de concluir en el autor de La Pierre de la folie proseguía gracias al poeta y periodista Bruno Galindo, presentador del acto y, al mismo tiempo, representante de aquella continuidad con el gesto subversivo, heterodoxo y, para algunos, provocador representado, ante todo, por el poeta dadaísta. Un gesto del que Cosmpoética no solo parecía apropiarse, sino que pretendía reivindicar, primero de todo, con el concierto de Albert Pla que seguía a la conferencia y, consecutivamente, con las actividades programas para los quince días de duración del Festival: desde poesía pintada hasta Jam Session, desde acciones poéticas a la poesía en la red, desde las instalaciones poéticas de Mar Benegas a la postpoesía de Fernández Mallo, desde Leonardo Padura a Sr. Chinarro y desde Petro Markaris a Joan Margarit.

Aparentemente todo cabía en un Cosmopoética dispuesto a ampliar los márgenes conceptuales de la poesía y, al mismo tiempo, los márgenes predispuestos por la tendencia institucionalizante de la poesía, tendencia que hasta poco mantenía alejados de los denominados círculos oficiales sesiones de Jam Session o miraba con extrañeza las indagaciones en torno a la escritura poética y la red. Y es que, como rezaba el lema de este último Cosmopoética, lema tomado del Silogismo colonial de 7 manifiestos Dadá de Tristan Tzara, “nadie puede escapar de la poesía”. Sin embargo, de lo que se trataba en Córdoba no era solo de que nadie escapara de la poesía, sino que nadie quedara excluido del mundo poético, independientemente de cómo entendiera y expresase lo poético. De ahí que no sólo Montoto decidiera abrigar bajo el mismo festival nombres y expresiones poéticas tan dispares, reunir poetas consagrados como Joan Margarit, Fernández Mayo o Carlos Pardo con jóvenes poetas como Rosa Berbel, sino plantear, a través de distintos actos, la posible paliación de ausencias difícilmente entendibles. En este contexto se situaba el homenaje a Juan Eduardo Cirlot y en ese mismo contexto se inscribía el encuentro ente Vicente Luis Mora, Jesús Aguado y Marta López Villar, autores de tres antologías poéticas distintas sobre los autores más representativos nacidos después del ’60, tres intentos distintos de construir, no acaso ninguno de ellos desde la editorial Visor, la gran prescriptora y constructora de canon por lo que a poesía se refiere, un nuevo mapa de la poesía en España. De particular interés, Traslúcidas de Marta López Vilar, una antología donde la filóloga y poeta reúne a 29 poetas nacidas a partir de 1960. 29 poetas de diferentes partes de la Península, algunas de lengua catalana, gallega y vasca y que por primera vez eran traducidas al castellano, algunas más conocidas para el público, otras menos, pero todas ellas, en palabras de la propia Vilar, autoras que merecían estar ahí por el valor literario de su obra.

 

traslucidas

La antología de Vilar servía, así, no sólo de contrapunto a las inoportunas palabras de Chus Visor acerca de la falta de calidad en la poesía escrita por mujeres, sino como cuestionamiento acerca de qué se ha entendido por poesía y, sobre todo, acerca de quién ha sido conocido y reconocido como poeta. En este sentido, la conversación entre los tres antólogos revelaba una tendencia en dibujar nuevos mapas poéticos, distintos como las tres antologías, pero que, más o menos explícitamente, ponen en crisis el hasta ahora asumido y legitimado mapa canónico de la poesía. La décimo tercera edición de Cosmopoética no ha llenado únicamente las calles de Córdoba con versos, nos ha demostrado, un año más, que la poesía interesa, nos ha obligado a preguntarnos qué es poesía para nosotros. Lejos de darnos una respuesta, y casi parafraseando su propio lema, lo que ha demostrado Cosmopoética a lo largo de estos días es que no sólo nadie escapa de la poesía, sino que nada escapa de ser poesía.

 

Por  Anna Maria Iglesia

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