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Fernando Iwasaki, 06/03/2018

 

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Imagen: ©-Daniel Mordzinski

“¿Por qué una voz mal empleada por una minoría de españoles entra en la norma antes que un sustantivo que utilizan millones de latinoamericanos?»

Con Las palabras primas (Páginas de Espuma), el escritor y ensayista Fernando Iwasaki indaga en las relaciones que unen el habla española y el habla latinoamericana, unas relaciones que tienen su origen en el siglo XVII y, en concreto, en el habla andaluz, que comparte términos y expresiones muy comunes en América Latina y que, sin embargo, el español peninsular ha ido perdiendo. Esta indagación permite a Iwasaki interrogarse también sobre el actual estado de empobrecimiento de la lengua, sobre cómo la tecnología y los nuevos dispositivos modifican y simplifican la capacidad expresiva y sobre el papel de las instituciones a la hora de consolidar el español con todas sus variantes y sus particularidades geográficas.

En su ensayo, sostiene que, por lo que se refiere al estudio de la lengua española y al reconocimiento de ésta, existen unas hablas hispanoamericanas.

Cuando uno piensa en qué hablas hispanoamericanas son las más visibles y las más notorias, siempre menciona el habla cubana y caribeña, del habla mexicana, seguramente centrándose en el D.F puesto que la gente no suele decodificar el habla yucateca o de Oaxaca, y el habla argentina porteña, porque, como sucede en el caso mexicano, no suele reconocerse en el habla de Cuyo o de Jujuy. Estas tres hablas -cubana/caribeña, mexicana y argentina- son las más audibles de América Latina. Asimismo, en el caso del español peninsular, el habla más audible es aquel que se impone en los doblajes, donde, salvo que se doble al catalán o en euskera, nunca se encuentran catalanohables con su acento catalán hablando español, nunca se oyen tampoco personajes con acento vasco o murciano hablando castellano y el acento andaluz solo aparece para la parodia o para representar un criado o una persona de extracción baja.

Entre las hablas periféricas está el español peruano que, así como otras hablas hispanoamericanas, tiene una estrecha relación con el andaluz.

El habla peruana forma parte de estas hablas desconocidas y, sin embargo, desde el Siglo del Oro hasta nuestros días el habla andaluza ha dialogado mucho con el habla hispanoamericana. Hay elementos que vienen de la época en la que Sevilla estaba a la cabeza del monopolio comercial, una época en la que los esclavos africanos pasaban por Andalucía antes de ir a América. De hecho, en las comedias de Lope hay afro-andaluces, en las Novelas Ejemplares de Cervantes hay afro-andaluces… En toda América Latina están los afroamericanos, sobre todo en Colombia, Uruguay, Perú y Cuba, y entre estos afroamericanos y los afro-andaluces se fraguan unas palabras comunes y se construye un lenguaje común que, por ser el habla de los esclavos, era doblemente marginal. Entonces, si en Andalucía existen palabras que también encontramos en el Caribe o en los Andes es porque hay un mundo popular marginal que a través de la lengua ha creado un espacio propio. A mí me parece un fenómeno muy interesante, porque el vocabulario aristocrático-señorial y burgués de las clases altas ha ido desapareciendo, mientras que el vocabulario que ha ido quedando es el popular.

¿Qué papel ha jugado la ciudad de Cádiz, a la que usted define como el laboratorio de la lengua española en los siglos del XVII al XIX, en la relación lingüística entre Andalucía e Hispanoamérica?

Todas las poblaciones marítimas suelen ser poblaciones abiertas, mientras que las poblaciones de montaña y de los valles profundos suelen ser cerradas. Lo podemos ver en la Península y lo podemos ver en América: Quito, La Paz, México D.F son ciudades de interior, mientras que Buenos Aires, La Habana, La Cruz, Lima, Guayaquil, Valparaíso son puertos y a través de los puertos no solamente entran los productos, sino también las personas, las palabras y las influencias artísticas. Entre Cádiz y América hay un diálogo, sobre todo porque Cádiz, además de ser un puerto, fue un lugar que, a partir de 1808, acogió a mucha población americana, primero, por las Cortes de Cádiz y, segundo, por su situación privilegiada en el Atlántico. Francisco de Miranda, el patriota venezolano, que antecedió a Bolívar y fue traicionado por Bolívar, murió en Cádiz. ¿Dónde iban los conspiradores americanos en los tiempos de la independencia? Iban a los presidios de Cádiz.

De ahí que determinadas palabras que se utilizan en América las encontremos en el andaluz, pero no en otras hablas del español peninsular.

Efectivamente. Faltaría ver qué pasa con Extremadura, que es otro lugar de donde han salido muchas palabras hacia América solo que, a diferencia del andaluz, el extremeño cuando llegó a América se implantó en las zonas del interior. El extremeño buscó su “Extremadura” en los Andes o en Mesoamérica, mientras que el andaluz buscó las calles. Cuando uno emigra hace lo que sabe y hace lo que vio hacer y, por tanto, en América se construyen de una manera algo desordenada pequeñas réplicas de ciudades peninsulares, porque las poblaciones que llegan allá buscaban replicar lo que conocían.

 

Usted define el flamenco como un arte andaluz y, al mismo tiempo, como un arte de “ida y vuelta”, es decir, un arte que se alimenta de las dos orillas del océano. 

Sí es así. Además, el flamenco siempre ha sido marginal, incluso en Andalucía. Cuando el flamenco empieza a aparecer hay que compararlo con el jazz y con el tango argentino, que nacen entre los más pobres, entre los marginales, y que desafían el orden establecido. El jazz era la música de los negros, era anárquico y arbitrario y el tango nace en las casas de citas y en los burdeles, era un arte orillero y arrabalero. Igualmente, el flamenco era un arte de los campesinos y del lumpen proletariado de las ciudades. Hoy en día, los andaluces pueden sentirse muy orgullosos del flamenco, pero en los años veinte y treinta, Lorca tuvo que pedir ayuda a otros intelectuales, tanto españoles como europeos -George Bataille estuvo en el concurso de flamenco de Granada de 1922-, para poder reconocer el flamenco como un arte.

Lorca legitimó el flamenco.

Absolutamente. Y el gran colaborador de Lorca en la difusión del flamenco fue un crítico catalán llamado Sebastià Gasch, del cual nadie habla en Andalucía, si bien escribió sobre Carmen Amaya, sobre Lorca, sobre ciudades andaluzas… Esa mirada de alguien catalán sobre Andalucía y su cultura sirvió para legitimar el flamenco.

Y, sin embargo, el flamenco es uno de los símbolos de Andalucía.

Sí, pero, para mayor paradoja de lo que estamos hablando, yo añadiría que, mientras que el jazz está en todos los conservatorios y hay músicos de jazz de nacionalidades distintas y que el tango tiene sus mejores bailarines en Italia, en Japón o en Francia, el flamenco se ha quedado más circunscrito a Andalucía. Nos costaría encontrar un artista no andaluz, ya no digo francés o norteamericano, que descuelle de una manera singular; obviamente Poveda y Mayte Martín son los primeros ejemplos que me vienen a la mente junto a Carmen Amaya de catalanes que han triunfado dentro del flamenco, pero un holandés flamenco, un italiano flamenco, un japonés flamenco… Puede haberlos, pero ninguno de ellos actuaría jamás en una Bienal de Sevilla, porque el flamenco se ha replegado hacia adentro.

¿Cuán responsable es el movimiento purista dentro del flamenco de este replegarse?

Mucho. En el mundo flamenco más purista, se dice que hay que mantener el flamenco tal y como nació y, por lo tanto, no hay que cambiar el modo de vida de los creadores del flamenco. Siguiendo este mismo razonamiento, hay que fomentar la prostitución para proteger el tango en Argentina. El arte tiene que seguir desarrollándose, dando dignidad a sus creadores.

Hablando de purismo, usted analiza las posibles consecuencias que puede tener el hecho de que la RAE haya aceptado la forma verbal de “iros”. ¿Cuál es el papel que debe tener la RAE y, sobre todo, cuán purista debe ser?

Yo creo que la RAE tiene dos funciones muy importantes: Registrar y embellecer. En tanto que la RAE es la institución que recoge aquellas voces populares que pueden formar parte de la norma, su deber es el de fijar la lengua. En segundo lugar, este acto de fijar supone una especie de aduana, es decir, las voces populares deben pasar un control, palabra que no me gusta mucho, para poder ser incorporadas. Entonces, la otra función de la RAE es, teóricamente, dar esplendor a la lengua, aunque dicho esplendor solo se puede conseguir si se es capaz de conservar aquello que tiene dignidad de formar parte de la lengua.

¿Qué entiende por “dignidad”?

La diferencia entre la lengua y el habla es la misma que existe entre la regla del ajedrez y las jugadas del ajedrez: yo tengo las reglas del ajedrez y juego a partir de las reglas; por tanto, invento las jugadas a partir de un universo de reglas. Yo creo que la RAE debería tener presente estas dos cosas. Si yo soy un conductor temerario y hago las maniobras más locas, la Dirección General de Tráfico no debe recoger mis maniobras y darlas por válidas, sino que debe castigarlas. Trasladando esto al lenguaje, hay que tener en cuenta que hay expresiones como el “iros” que, desde mi punto de vista arbitrario y probablemente equivocado, no aportan nada al ser incorporadas a la norma, sobre todo porque se trata de una expresión que es incorrecta y que es usada por una minoría hispanohablante peninsular, puesto que en Latinoamérica decimos “váyanse” no decimos “idos”. Entonces, ¿por qué una voz mal empleada por una minoría de españoles entra en la norma antes que un sustantivo nuevo que utilizan millones de argentinos, millones de colombianos o millones de mexicanos?

Usted habla del empobrecimiento de la lengua y destaca, como prueba de ello, los elogios que se vertieron en las reseñas de Intemperie hacia Jesús Carrasco y su amplio dominio de terminología relacionada con el campo y la naturaleza.

Lo destaco porque el lenguaje de Carrasco estaba ya en Delibes, en Berenguer, en Cunqueiro o en El viaje a la Alcarria de Cela. No podemos asombrarnos de cómo se habla en nuestra lengua. Lo peor de todo es que las palabras utilizadas por Carrasco están ausentes del habla popular y también de los correctores de los dispositivos electrónicos, tanto de móviles o Ipads como del Word. Si yo escribo “atrición”, que es lo contrario de “contrición”, el corrector del móvil me corregirá, me propondrá términos como “atracción” o “adicción” y no reconocerá el término “atrición”, porque simple y llanamente el conocimiento humano y la capacidad de jugar de la lengua es muy superior a las codificaciones lingüísticas del ordenador o del móvil.

Usted plantea que la distinción entre apocalípticos e integrados ya no es del todo válida e introduce el concepto de “discontinuos”.

Con el término “discontinuos” me refiero a la imposibilidad de estar permanentemente actualizado. Internet no va a cambiar nuestra manera de escribir ni nuestra manera de leer, los libros son los mismos en un Ipad, en un PDF o en papel. Lo que está cambiando es la posibilidad de utilizar ese tiempo que antiguamente era el ocio creador, ese tiempo fecundo y fértil; este tiempo ya no existe, porque nos llevamos el trabajo a casa y estamos conectados constantemente. El tiempo libre ha sido fagocitado y prueba de ello es que, cuando llega el fin de semana, decimos que nos “desconectamos”, es decir, que nos desenchufamos para entrar, como los ordenadores, en un estadio de pausa o de suspensión, puesto que estamos excesivamente exhaustos. Desde un punto de vista marxista del valor, podríamos decir que en nuestro descanso ya no generamos nada, ninguna plusvalía; durante el descanso, estamos muertos, incapaces de hacer nada. El sistema de producción ha colonizado nuestro tiempo libre y nos necesita productivos todo el tiempo; en virtud de esto, nosotros aspiramos a tener las virtudes de los aparatos tecnológicos: queremos estar online, necesitamos más memoria, buscamos la multifunción… Ya no deseamos cosas que son humanas. Antes, nos hacíamos humanos en la naturaleza. Ahora, esta naturaleza convertida en máquina nos mecaniza a nosotros.

 

Fernando Iwasaki / ©-Daniel Mordzinski

 

En La sociedad del cansancio, Byung-Chul Han sostiene que ya no es necesario que se nos imponga, desde una sociedad basada en la vigilancia, la productividad, porque ahora nos la autoimponemos.

Exacto. Lo que no consiguió el señor feudal, lo que no consiguió el amo de los esclavos, lo que no consiguió el primer burgués del siglo XIX que conoció Marx, se ha conseguido ahora a través del mundo digital: somos una terminal más del sistema.

Usted afirma que, actualmente, no se lee menos que antes y que Internet no cambia el modo de leer, sin embargo, es muy crítico con la enseñanza de la cultura humanística, que, afirma, cada vez tiene menos peso.

En este momento se lee más que nunca: se lee en Facebook, en Twitter… Otro tema es la calidad de aquello que se lee y la calidad de la escritura. La sociedad no necesita alfabetizar, el problema es que todo aquello que no nos sirve para el proceso de producción ha pasado a un lugar subalterno, lugar ocupado ante todo por las humanidades. Las humanidades, que son las únicas disciplinas con el poder de crítica y, sobre todo, con el poder de disidencia, han sido liquidadas. Por tanto, lo que nosotros leemos son instrucciones; es más, a veces ni leemos las instrucciones, las aceptamos directamente. Nos hemos convertido en un lector que acepta sin reflexionar.

Usted hace referencia a lo rápidamente que se adoptan formas lingüísticas provenientes del inglés y no términos provenientes del habla hispanoamericana.

Sí, hoy en día existe un español traducido: ni es un español peninsular ni es un español latinoamericano, es el español traducido del inglés y, consecuentemente, hay un español adaptado a esa traducción y, por tanto, estamos incorporando esas frases hechas provenientes del inglés a nuestra manera de hablar en español. Asimismo, en español es mucho más fácil que entre a formar parte de la norma una palabra del argot callejero de Madrid antes que una voz chilena o mexicana. Y esto es así por una cuestión económica: Me parece absurdo que el gobierno del Partido Popular diga que 500 millones de hispanohablantes son la marca España.

¿Esta afirmación implica una exclusión de las variantes?

Exacto, pero esta exclusión no existía con el PSOE de González, no existía con el PP de Aznar y tampoco con el PSOE de Zapatero. Ocurre solo con el PP de Rajoy. De Nicolás Sánchez Albornoz hasta Víctor García de la Concha se combatió esta exclusión y se consiguió que en América no se dijera “hablo castellano” sino “hablo español” y de tal manera no circunscribir el idioma al ámbito geográfico de Castilla. Con el decir que la marca España se refleja en los 500 millones de hablantes ha habido un retroceso y, de hecho, los mexicanos o los peruanos no tienen que pensar que son marca España.

Y cómo se traduce esta complicada relación entre hablas en el terreno literario. 

Yo diría que después de Cervantes, el gran clásico de la lengua española es Borges. Porque estaba Losada y Sudamericana, estaba Sábato, Bioy Casares, Cortázar, Piglia… Argentina era el centro. Pero ahora México es una potencia y de hecho los dos últimos premios Cervantes hispanoamericanos son mexicanos: Elena Poniatowska y Fernando Del Paso. Perú tiene el único premio Nobel vivo de la literatura en español y, por ahí, existe el Perú, pero ¿dónde está Bolivia? ¿Dónde está Honduras? ¿Dónde está Ecuador? Nadie habla nunca de estos países. Te guste o no te guste Vargas Llosa, ahí está. Ahí está Gabriel García Márquez y Juan Gabriel Vázquez para Colombia, Parra y Neruda para Chile, pero hay países que tienen un lugar muy poco visible.

Esta poca visibilidad ¿se produce en España o también en Latinoamérica?

También en Latinoamérica, donde somos muy quejosos, pero luego somos los primeros en poner un montón de cortapisas al país vecino. Por otro lado, se conoce mucho mejor la literatura hispanoamericana en España que la literatura española en América Latina. Por supuesto, quien se quiere enterar de lo que se publica lo puede hacer y si no lo hace es porque no tiene interés y si no tiene interés es porque no interesa a los medios de comunicación ni a las editoriales.

¿Cree que la literatura hispanoamericana ya no necesita la consagración en España?

Sí y no. En el mercado europeo, para saber a qué latinoamericano traducir, siempre se presta atención a aquello que se publica y se reseña en España y, en todo caso, a aquello que se publica en México y Argentina.

Por tanto, ¿no podemos afirmar que el éxito internacional de Bolaño se debe principalmente a su éxito en Estados Unidos?

Las personas a las que desde siempre nos interesaba la literatura, desde Los detectives Salvajes sabíamos quién era Bolaño. Lo que se conoce de Bolaño a partir de su éxito en Estados Unidos es esa leyenda de Bolaño desvirtuada creada por los gringos.

Se ha dicho en alguna ocasión que Bolaño es el último representante del Boom, ¿está de acuerdo?

Si no recuerdo mal, esta frase es de Jorge Volpi. Yo pienso que esta es una frase que nace de la idea de que Los detectives salvajes es la última novela total. Personalmente, no creo que Los detectives salvajes sea la última novela total, creo que se podría decir que La historia secreta de costaguana es una novela total o que El viajero del siglo es una novela total. La mejor definición de Bolaño la dio Andrés Neuman, cuando dijo que Bolaño era Borges, pero follando.

 

Por  Anna Maria Iglesia

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