Protagonistas // Autores

Patricia Almarcegui, 17/06/2021

 

Ir a protagonistas
Imagen: © Vicente Almazán

Patricia Almarcegui: “Viaje, vida y escritura se confunden en mis cuadernos de los últimos años”

Quizás resulta algo manida la asociación entre escritura y viaje, pero de lo que no hay duda es que en el caso de Patricia Almarcegui es una realidad, y es que Almarcegui, profesora de Literatura Comparada y especialista en Oriente, ha hecho del viaje el motor de gran parte de su escritura. Viajar le ha permitido indagar en distintas formas narrativas vinculadas al llamado “relato de viaje”, un relato al que Almarcegui se ha aproximado desde distintas perspectivas, además de ser objeto de reflexión, como en su reciente ensayo Los mitos del viaje. Estética y cultura viajeras. Ahora, de la mano de la editorial Candaya, publica Cuadernos perdidos de Japón, un texto singular donde recurre a los diarios de viaje y al diario personal para reconstruir, muchos años después, sus dos estancias en Japón.

 

Cuadernos perdidos de Japón es un libro donde se superponen dos viajes a Japón realizados con casi una década de distancia. Podría preguntarte cómo cambió el país a lo largo de esos años, pero creo que es mejor preguntarte sobre cómo cambió tu mirada.

Sí, así es, la mirada es la que también cambia. De uno a otro viaje he publicado siete libros, ha habido muchas lecturas y ha pasado la vida. Hablo de todo ello en el libro. Creo que ahora hay una búsqueda de “responsabilidad narrativa”, de ética de la mirada, de “politización de los sentidos”.

Por tanto, ¿Japón cambió, pero, como diría Ortega y Gasset, cambió sobre todo el lugar desde donde lo observabas?

Sí, el paisaje es una proyección y una creación literaria personales. Se percibe como se es en un momento determinado y según el estado emocional. Pero también el paisaje nos ve a nosotros, como escribo en Cuadernos, “cuando veo una flor ella también me ve a mí”. Y en Japón la construcción es permanente, la naturaleza está hecha paisaje, se corta, limina, desvía, etc. para que pueda ser admirada por los sentidos y provocarlos. En este sentido, mi mirada ha ido cambiando gracias a los viajes a Japón, creo que se podría decir que ahora veo de otra forma.

A la superposición de temporalidades y de miradas se suma una superposición de escrituras, la del diario de 2008 y la de 2018. ¿Cómo ha sido enfrentarse a estas dos escrituras y, sobre todo, buscar una tercera capaz de aunarlas?

Lo defines muy bien, leer un diario personal y un cuaderno de viajes es enfrentarse a cómo era una y cómo era su escritura. Posiblemente, es un privilegio, poder asomarse al pasado, creo que eso hay que respetarlo y verterlo en la escritura tal y como estaba en los diarios, guste o no. La escritura que aúna los diarios de 2008 y 2018 es más sencilla, fresca y meditada.     

En las primeras páginas, comentas que un día el diario de viaje confluyó con el diario personal, el de cada día. ¿Esta es la senda que ha ido tomando tu escritura diarística?

No sé si es la senda que ha tomado la escritura o es la senda del viaje desde siempre. El viaje es una metáfora de la vida, la vida es un viaje, y llega un momento en que viaje y vida se confunden, escribir del itinerario en un diario es escribir de la vida, y escribir la vida es continuar de viaje. Viaje, vida y escritura se confunden en mis cuadernos de los últimos años.

La biografía más personal, de hecho, se cuela en tus diarios de viaje de la mano de tu madre y, a través de ella, planteas un interesante diálogo entre la pérdida de la memoria y de la realidad y la captación de esa nueva realidad llamada Japón.

Sí, y es un ejemplo de lo que hablábamos. En los diarios de viaje de 2008 escribo sobre ella (ahora recuerdo, había un poema en mi primer cuaderno que incluí en el manuscrito y luego quité, la describía escuchando música). Mi cuerpo de viajera atraviesa las islas de Japón y las percibe a través de los sentidos, mientras mi madre está perdiendo los suyos. Me muevo y desenvuelvo en un espacio como bailarina que fui y gracias al yoga, y ella, que me mostró danza y yoga, está perdiendo su cuerpo, literalmente.   

Volviendo al tema de la escritura, comentas que has perdido alguno de tus cuadernos…

Los cuadernos perdidos son dos. El primero lo dejé encima de una máquina de los billetes de metro de la estación de Shibuya, el segundo, se lo quedó una expareja. Un tercero se me cayó a un riachuelo mientras descendía de la cumbre de la isla de Miyajima, pero lo recuperé y sequé. Quedan cuatro diarios de esos dos viajes a Japón, están escritos a mano y tienen más de 400 páginas. De ellos son una parte de los fragmentos del libro y en casi todos pongo la fecha en que fueron escritos.   

 

Quiero preguntarte sobre el papel que juegan las películas, los libros, los poemas… que citas. ¿Reconstruyen tu relación con Japón? ¿Hasta qué punto moldearon y moldean la mirada que tienes sobre ese país?

Lo que cito e incluyo vino después de seleccionar los fragmentos que quería reproducir y reescribir de los diarios. Había dado dos cursos sobre cultura japonesa tras mi primer viaje y tenía las notas de las lecturas que había hecho de cine, literatura, sociología, religión, arte, etc. Volví a leerlas y empecé la escritura de los fragmentos de los diarios. Me dejé llevar por lo que provocaba cada uno, a veces una imagen, a veces un contraste o paradoja y fui creando la estructura. No sé, dicen que se parece a un mosaico, a un bonsái, a un ensayo de una escritora japonesa de la época Heian…, quizás es una estructura en cierta manera poética. Un fragmento lleva a la creación de otro.    

Describes Japón escapando de los tópicos; de ahí que no quieras visitar las calles más modernas y tecnológicas y visites ese otro país, tradicional y conservador. ¿Es tan contradictorio?

Bueno, sí que visito los barrios más modernos y tecnológicos, pero digo que me interesan menos, sobre todo, por el consumo que representan y porque en un lapsus de diez años creo encontrar además las mismas tribus urbanas. Sobre los tópicos, hay un trabajo de reflexión, cómo escribir sobre los lugares comunes del país, la floración de los cerezos, las geishas, el zen. De la enorme dificultad y pudor de visitar Hiroshima y Nagasaki. Pensando la forma del libro y el lenguaje, buscando lo que provocan los fragmentos, haciendo especial hincapié en la elipsis y la creación de atmósferas…

¿Tenemos una idea falsa de Japón? Lo pregunto porque, por ejemplo, haces hincapié en la desigualdad social y en la pobreza infantil, algo de lo que nunca se habla.

Sí, parece que de ello no se habla, pero está en los estudios más contemporáneos sobre Japón y en otras aproximaciones. Por ejemplo, las tremendas desigualdades, los desarrollos urbanos funestos de los años 60, el rechazo último del igualitarismo. Que se siga teniendo como un modelo económico a pesar de su endeudamiento casi sistémico…

En el libro hablas del papel de la mujer en un país conservador, machista en muchos aspectos, pero que tiene en el centro de la cultura la sensualidad y el erotismo, donde la mujer juega un papel clave.

Sí, la mujer en Occidente y Oriente es uno de los temas del libro. La mujer que viaja sola y los peligros a los que debe enfrentarse. Hablo de María José Coní y Marina Menegazzo, dos “viajeras solas” que fueron asesinadas en Ecuador. Y las mujeres de Japón, también víctimas de una sociedad patriarcal, cuya desigualdad se está cuestionando actualmente, así como la imposibilidad de que puedan acceder al trono. La industria del entretenimiento, segunda fuente de ingreso del país, incluye además el porno, que gira alrededor de la mujer. Esta es clave en el imaginario japonés y también en el nuestro, donde la idea del exotismo oriental se traslada a extremo oriente y genera los mismos estereotipos: la mujer débil y sensual preparada para satisfacer los deseos del hombre.

Cuadernos perdidos de Japón se publica cuando empezamos a ver la posibilidad de volver a viajar. ¿Crees que cambiará nuestra manera de concebir el viaje y, sobre todo, esto conllevará a repensar el relato de viaje?

Sí, estoy convencida de que cambiará aunque, como suele pasar, para quienes se den cuenta de que debe cambiar. Se viajará más para vivir un lugar que para desplazarse. Se elegirá el destino que siempre se ha querido visitar, porque puede ser que ya no se vuelva a viajar más. Me gustaría pensar que se atenderá más a cómo impacta el viaje en el ecosistema y adónde va el dinero en los destinos, sin generar, ojalá, segregaciones sociales tanto en los viajeros como en los lugares. Y me temo, habrá lugares que tras la pandemia ya no existan. Ruinas, desapariciones, emigraciones de las personas que trabajaban y los habitaban…

 

Por  Anna Maria Iglesia

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies