Protagonistas // Editores

Mónica Monteys, 18/10/2017

 

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Imagen: Gatopardo Ediciones

Gatopardo: «se ha asumido en gran parte que todo es publicable»

Gatopardo ediciones nació hace dos años. Fue en el último trimestre del 2015 cuando Marta y Javier Villavecchia veían publicados los primeros títulos de ese proyecto llamado editorial y al frente del cual está Mónica Monteys, la editora y, por lo tanto, la responsable de elaborar un catálogo que ya cuenta con 25 títulos. El objetivo de Marta y Javier Villavecchia era crear un proyecto cultural para la difusión de la literatura universal y con Gatopardo lo han conseguido. Citando las palabras de Roberto Calasso,  Gatopardo se presenta como una editorial que busca ofrecer a los lectores libros únicos. A pesar de su breve trayectoria, Gatopardo pisa fuerte y nos asegura tener cuerda para rato. En sus despachos de Barcelona, hablamos con la editora.

¿Cómo surge la idea de crear la editorial Gatopardo en un escenario de editoriales independientes particularmente competitivo?

Gatopardo nace de Marta y Javier Villavecchia, que son los promotores y los que deciden llevar a cabo esta idea y esta apuesta por la cultura. La editorial publica sus primeros libros a finales del 2015 y llevamos exactamente dos años. Hemos publicado 25 libros y podemos decir que no nos va mal y esto ya es mucho. Publicamos libros de ficción no españoles, aunque se contempla la idea de publicar en un futuro autores españoles. Nos gusta la ficción y, por ello, hemos publicado principalmente novelas y cuentos.

Pero en el catálogo también hay importantes títulos de no ficción.

Sí, hemos publicado ensayos, pero todos ellos son ensayos en los que la ficción es importante. Es decir, no publicamos ensayos académicos con notas a pie de página, sino ensayos literarios donde el componente de la ficción es muy relevante.

Si bien ensayistas como Pietro Citati y Giorgio Manganelli tienen un peso no sólo intelectual sino académico muy importante.

Sí, es cierto. Giorgio Manganelli es, para mí, uno de los autores más importantes de Italia a partir de la segunda mitad del siglo XX; la pena es que aquí es mal conocido, poco leído y poco vendido. Dicho esto, creo que la biografía de Samuel Johnson de Manganelli, el último título publicado por nosotros, es una maravilla; yo estoy muy satisfecha de haber podido publicar este libro, que es una auténtica joya.

 

¿Es difícil hacer llegar al público un autor como Manganelli, es decir, un autor poco conocido para el gran público y apenas publicado?

Es difícil, claro, y puede ser más difícil aún dependiendo de la editorial que lo publique. Es muy probable que si esta biografía de Samuel Johnson que ahora nosotros publicamos lo publicara una editorial con veinte años de historia detrás conseguiría más ventas de las que podemos conseguir nosotros, que solo llevamos dos años. Esto es así, pero no importa, la cuestión es otra: la cuestión es que alguien tenía que publicar este libro. Lo que, a mí, como editora, me extraña es que nadie lo hubiera publicado antes.

En cierta manera, Gatopardo busca ocupar un hueco todavía vacío y, por tanto, la pregunta que se propone es más que evidente: ¿Todavía hay un hueco grande de libros por publicar?

No exactamente, pues, personalmente te diría que no creo que haya mucho por publicar, al contrario, creo que se publica demasiado y, además, creo que entre lo que se publica hay muy poca cosa buena. Ahora todo el mundo escribe, el problema es que no todo el mundo escribe bien y, por tanto, en mi opinión, el nivel de lo que se publica ha bajado y se ha asumido en gran parte que todo es publicable. Y hablo en general, refiriéndome no sólo a los sellos comerciales, sino también a las editoriales literarias, que publican cosas que yo no publicaría. En líneas generales, la prosa se ha empobrecido y, ahora mismo, es muy difícil encontrar autores que escriban bien.

¿Por esto, parte importante de vuestro trabajo se centra en la recuperación de clásicos contemporáneos?

Sí, ese trabajo está ahí, pero una editorial no vive solamente de recuperar títulos ni tampoco de clásicos; una editorial tiene que ir incorporando autores vivos que, a lo mejor serán, autores conocidos en un futuro. Por esto, repito, una editorial no puede tener un catálogo solo de muertos. Nosotros acabamos de comenzar, nuestra trayectoria es muy corta y, poco a poco, hemos ido introduciendo autores no sólo vivos, sino autores que no habían sido publicados antes aquí.

¿Uno de los casos es Ali Smith?

No exactamente, porque Ali Smith había sido publicada ya por Alfaguara. Un autor que hemos publicado y que aquí nunca se había editado es Lawrence Osborne con su libro de viajes El turista desnudo. Y conseguirlo me llena de satisfacción porque El turista desnudo es un libro estupendo.

¿Podemos decir que Gatopardo busca dar a conocer nuevos nombres que escapan de lo desconocido?

En parte sí. Nosotros no vamos a publicar a un Vargas Llosa; no podemos pagar lo que se exige por un Vargas Llosa y, además, él ya tiene su editorial y su escaparate. Nosotros no perseguimos publicar grandes autores, entendiendo “grandes autores” como autores muy conocidos, independientemente de la calidad literaria que puedan tener. Nosotros buscamos autores como Osborne que es un gran autor, literariamente hablando, pero no es un gran nombre porque aquí no se conoce.

Llevando dos años de trayectoria, imagino que uno de los primeros retos que habéis afrontado es delinear el público lector al que os dirigís.

Sí, cierto y lo tuvimos claro desde el inicio. Nosotros vamos a un público exigente, que creo que lo hay, un público muy literario al que le gusta la literatura y la ficción. Este es nuestro público.

Publicáis biografías, libros de viajes, novelas… ¿Hay espacio para diferentes tipos de lectores, no exclusivamente literarios, en vuestro catálogo?

No es tanto que haya espacio para distintos tipos de lectores, sino que el lector de Gatopardo es un lector que puede leer distintos tipos de libros. En otras palabras: el lector que lee los cuentos de Frank Norris puede leer El turista desnudo de Osborne o puede leer Alejandría de E.M. Foster. Me gusta que nuestros lectores sean lectores transversales, que no lean o solo cuentos o solo novelas, es decir, lectores que tengan intereses amplios. El lector literario es aquel que no se limita, es aquel que abarca muchos géneros, el mismo que lee un libro de viajes en torno a la masificación del turismo, que se interesa por las tumbas etruscas de Lawrence y que disfruta con Ali Smith.

 

Hablando del libro de Osborne, la masificación del turismo es un tema candente o, por lo menos, de actualidad. ¿Pensáis el catálogo en diálogo con el contexto actual?

Nuestro diálogo con nuestro contexto lo llevamos a cabo publicando autores desconocidos o autores nuevos para el público español. En Gatopardo no nos vemos atendiendo directamente a la actualidad: puede ser que la masificación turística sea un tema de actualidad, pero yo no publico El turista desnudo por esto. Yo lo publico solamente porque es un libro muy bueno. Si, además, resulta que el turismo es un tema candente, que yo no lo creo, pues vale, pero no es lo que importa. Yo no he publicado ni publicaría un libro sobre el Procés. Yo lo que publico son libros que creo que, por méritos literarios, debe ser publicado en Gatopardo. Ya está.

¿El criterio es siempre cualitativo?

Sí, siempre, la calidad es el único criterio. Hacemos libros literarios y, por tanto, la calidad literaria es lo prioritario.

Sin embargo, visto los niveles de lectura que tenemos y considerados cuáles suelen ser los libros más vendidos, ¿cómo se equilibra la voluntad literaria con las exigencias comerciales de la editorial, entendida como empresa?

No se trata de equilibrar, sino de darse cuenta de que hay un público al cual le gusta lo literario; es, evidentemente, un público minoritario en comparación a los lectores de los best seller que publican los grandes grupos, pero lo que me sucede a mí como editora de Gatopardo es que no necesito vender 40000 ejemplares como necesitan los grandes grupos. A mí me basta con vender lo necesario para que el libro sea rentable y mi rentabilidad no necesita las ventas que sí requieren los grandes grupos. Además, repito, hay un público para la literatura, si no fuera así iríamos muy mal. Y lo que nosotros hacemos es trabajar este segmento de público lector.

Ante tanta avalancha de publicaciones comerciales, ¿se ha dejado de lado al lector literario?

No, no creo. Siempre ha habido editoriales que se dirigen a este pequeño grupo de lectores literarios. Hay editoriales que publican muy bien y para nosotros representan la competencia.

Barbara Pym con su libro Mujeres excelentes ha supuesto el mayor éxito para la editorial ¿Os lo esperabais?

¡Hemos llegado a las tres ediciones! No esperaba, en absoluto, que este libro fuera a vender tanto, es decir, tanto para lo que es una editorial como Gatopardo. Creo que el título es muy atractivo, que la imagen de portada ha jugado un papel importante y que la ironía del libro le ha permitido llegar a muchos lectores. Mujeres excelentes está lleno de humor y tiene detrás una autora que escribe muy bien. Todos estos factores han hecho que el libro llegue a muchos lectores, sobre todo gracias al boca-boca, puesto que no es de los títulos de los que se haya publicado más crítica. Eso sí, las redes sociales han hablado mucho de Barbara Pym y esto ha sido esencial también para su éxito. Por ello, después de Mujeres excelentes, publicamos Amor no correspondido, que está funcionando muy bien y seguramente llegará a la segunda edición. Barbara Pym tiene su público así que vamos intentar sacar cada año un título suyo nuevo.

 

¿Crees que parte del éxito se debe a esta progresiva recuperación de autoras olvidadas por el canon, recuperación que más de una editorial está llevando a cabo?

Es cierto que hay actualmente una voluntad de rescate de escritoras olvidadas, pero no hay que olvidar que entre todas ellas hay muchas autoras que no son lo que parece. Vuelvo a decir: hay mucha gente que escribe, muchas mujeres que escriben, estamos plagados de escritores, pero no todo vale. En Inglaterra, hay una tradición muy importante de novela y en los años ’50 encontramos muchas escritoras que no son de primera fila, es decir, que no son muy conocidas, pero que son escritoras con oficio. Este es el caso de la Pym o de Elizabeth Taylor, que son autoras espléndidas que han quedado olvidadas, si bien Barbara Pym fue publicada en los años ’80 por Anagrama. Hay muchas otras escritoras que, sin embargo, consideramos que no vale la pena publicar; pues el hecho de que una mujer sea escritora y que no haya sido publicada nunca, no significa que merezca la pena que  sea recuperada y editada aquí. En España se publican muchos títulos extranjeros, puede que demasiados.

Sin embargo, en vuestro catálogo la tradición anglosajona e italiana tiene un protagonismo particular.

Hay mucho anglosajón, porque es la tradición donde más hay, si cuentas a Inglaterra, Australia y Estados Unidos. Pero, no tenemos preferencia. Hemos publicado varios títulos de autores italianos porque hemos encontrado varios libros que nos gustan escritos por autores provenientes de Italia, pero no los hemos publicado por su nacionalidad. No estamos cerrados a nada: si mañana me cae entre las manos un libro francés que me gusta mucho lo publicaré. A nosotros nos gusta hurgar y, es cierto, que hemos hurgado bastante en Italia porque se publican menos títulos italianos porque venden menos.

No eres la primera editora que me comenta que Italia no vende.

Es algo que se suele decir, aunque hay que matizarlo. Es cierto que su menor presencia en nuestro mercado se debe a que, en líneas generales, sus autores venden menos y que nos hemos creído que es así, aunque no se puede generalizar. ¡Mira la Ferrante! No es que Italia venda menos, hay libros que venden más y otros menos, por no se puede hablar de Italia en su totalidad. Además, hay que tener en cuenta que, en el mundo del libro, todo es muy aleatorio.

Has hecho hincapié, en más de una ocasión, en la importancia de la imagen. ¿Es tan importante la imagen o vestimenta con la que se presenta el libro a los lectores?

Muy importante. De lo que se trata es de hacer del libro un objeto atractivo y que guste. A la persona que le gusta leer, le gusta el libro como objeto, le gusta que las páginas huelan a papel, que la tipografía sea fácil de leer y, evidentemente, le gusta que el libro tenga una buena traducción. El libro es todo uno, no es solo una cubierta. Lo que buscamos es que el libro tenga una coherencia. Lo que una editorial da al lector debe ser lo mejor que pueda ofrecer y, sobre todo, debe ser un libro que el lector identifique con tu editorial. Coges un Adelphi y sabes de inmediato que es un Adelphi. La editorial italiana ya lleva 50 años de trayectoria editorial, nosotros no, pero a lo que aspiramos es que dentro de varias décadas alguien coja uno de nuestros libros y sepa de inmediato que es un Gatopardo. Para conseguir esto se requiere una andadura durante la cual no se vaya a defraudar al lector para que éste se sienta afín con nuestro proyecto.

Se trata de que el lector se fíe ciegamente de la editorial.

Claro, el objetivo es que llegue un lector a una librería y pida un Gatopardo porque ha leído lo que hemos publicado y se fía de nuestro criterio.

Antes comentabas que teníais la intención de incluir en un futuro autores en castellano para vuestro catálogo. ¿Autores contemporáneos, clásicos, una mezcla de ambos?

No puedo decir todavía nada, pero sí hay una voluntad de dar a conocer autores que escriben en castellano. Será una incorporación lenta, dos o tres libros al año, no más. Además, vuelvo a repetir, tampoco hay tantos autores que escriban bien. Es un proyecto que va lento.

Pero, imagino, que hay un proyecto de aumentar el número de publicaciones anuales.

Sí, pero no queremos aumentar mucho el número. No queremos llegar a más de veinte libros, incluyendo las reediciones, puesto que un aumento mayor implicaría una estructura más grande a la que no aspiramos. El día que yo no me pueda leer los libros, la cosa no irá bien.

¿Todos los libros pasan por tu supervisión?

Todos. Leo todos los libros, los reviso todos y leo todas las traducciones. Puedo decirte perfectamente cómo son las entrañas de cada libro. Los editores leen los libros que publican o, al menos, así debería ser. Evidentemente que en Gatopardo tengo lectores y correctores, a parte de los traductores, pero yo leo y reviso todos los textos. Leo los libros antes de contratarlos y después. Yo soy editora, el editor no es la persona que lleva al autor a comer como muchos hacen, yo hago libros, ¡soy editora de mesa!

¿Reivindicas la figura del editor de mesa?

No es que la reivindique, lo que sucede es que para mí un editor es siempre un editor de mesa. Lo otro significa hacer de relaciones públicas. La palabra editor se utiliza con mucha ligereza, yo no lo condeno, pero creo que se usa la palabra “editor” para hablar de personas que no saben hacer un libro, pero que se van a comer con el autor y lo pasean. Pero esto no es ser editor. El editor es aquel que hace un catálogo coherente y lee sus libros.

Decía Juan Casamayor que una editorial es siempre su catálogo.

El catálogo es fundamental y el editor es aquel capaz de hacerlo.

 

Por  Anna Maria Iglesia

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