Javier F. Rubio es el fundador de El Desvelo, una pequeña y selecta editorial afincada en Santander y fundada en 2009. Quienes se consagran a ella no cuentan el paso del tiempo en años, sino en libros, y por el momento su historia la resumen 34 títulos diversos, centrados básicamente en la narrativa. En ellos hay hueco tanto para los clásicos como para los contemporáneos, para los españoles y los extranjeros.
En su catálogo conviven promesas y talentos patrios junto a algunos franceses universales como Barbusse, Claire de Duras, Baudelaire, Asselineau o Flaubert. ¿Tienen algo en común? Sí, unos y otros son precisamente lo que Javier F. Rubio quisiera encontrarse en una librería. “Ante su falta, lo creamos. Editar, en cierto modo, es una restitución. Es continuar la cadena. Pagar con libros lo que los libros dieron”, explica.
Entre las 34 joyas de su colección, hay tres por las que el editor siente un cariño especial. Y no precisamente por haber sido recibidas entre aplausos, elogios y trompetas, sino más bien lo contrario: por su discreta excelencia. Hablamos de La educación de las hijas, de Mary Wollstonecraft, opúsculo dieciochesco en clave de crónica de la angustia femenina entre los corsés de la alta burguesía; Olivier o el secreto, de Claire de Duras, una novela epistolar sobre el amor y los secretos que lo entorpecen; y Manual para embaucadores, de Walter Serner, autor real del manifiesto dadaísta, esteta culto de trágico destino. Estos tres títulos justifican para Javier F. Rubio su condición de editor. Pero hay mucho más, y hacer que vea la luz es difícil.
El Desvelo navega contracorriente en unas circunstancias que invitan a la zozobra y al desaliento, al hacerse evidente que “vivimos en un país profundamente inculto, que dice amar los libros, pero que en el fondo los detesta”. El editor confiesa que nunca imaginó que fuera tan duro hacer libros. Casi tan difícil como venderlos: “En España, que te compren un libro es algo heroico. Todo está pensado para que no se haga”. Por si fuera poco, El Desvelo está en la periferia española, lejos de los polos de la industria editorial, lo que le hace además “víctima del mainstream centralista”. El propio editor lo ilustra con una observación imaginativa: “El mismo pensamiento que creó las líneas de ferrocarril radiales creó el pensamiento cultural”. Así están las cosas en las colonias literarias que palpitan fuera de Madrid y Barcelona.
En El Desvelo, sin embargo, no cunde el desánimo. La buena literatura posada en los sedimentos de la historia, o escondida en los recovecos de la actualidad, sigue estando ahí para quien quiera rescatarla. Y editarla. Y por supuesto leerla.
Por Pablo Díez Martínez