Automática, el proyecto editorial dirigido por Darío Ochoa, nace y crece como una osadía. El primero de sus títulos que ve la luz es Infancia, de Maksim Gorki, en febrero de 2012. A partir de ese momento, y con una cadencia de unos diez libros anuales, Automática comienza a traer a España un repertorio plurinacional de obras selectas en las que se alternan grandes figuras de la literatura mundial, como el propio Gorki o el estadounidense Thornton Wilder, con nombres prominentes del panorama contemporáneo que, por distintas razones, han escapado al radar de las editoriales y lectores españoles.
La de Automática es, ante todo, una literatura de descubrimiento, de hallazgos en los que se dan cita diferentes culturas, con el común denominador de ser obras muchas veces ásperas, que retratan los claroscuros de la existencia. Esa aspereza se escancia en el mensaje de autores de múltiples nacionalidades, algunos totalmente desconocidos en España, pero de gran prestigio en su país. Tal es el caso del polaco Marek Hlasko, el ruso Yuri Buida o el chino Yan Lianke, entre otros. Automática, que otea y desentierra obras que podrían caer en el olvido, es un proyecto creado por amantes de la literatura para amantes de la literatura, con los que busca entablar un diálogo en torno a algunas de las cuestiones que nos acechan.
Es fácil imaginar que un proyecto de esas características arrastre consigo ciertas frustraciones. Como indica el propio Darío, es duro vivir el nacimiento de la editorial en un momento tan difícil para el sector, ya que ello ha provocado un choque entre su entusiasmo y la realidad del panorama actual, muchas veces descorazonadora. A pesar de ello, su todavía corta trayectoria avala por el momento la dirección emprendida, y día tras día el equipo de Automática puede comprobar que la calidad, la compleja selección y el abanico plurinacional de su catálogo va ganando adeptos. Al menos, los suficientes como para mantenerse en pie, sobrevivir, disfrutar y pensar con ilusión en nuevas incorporaciones a su catálogo.
En algo menos de dos años de existencia, la editorial deja ya tras de sí algunos títulos que marcan con una muesca la memoria. Darío se queda con El sueño de la aldea Ding de Yan Lianke, novela prohibida en China y que retrata como pocas las contradicciones de la sociedad contemporánea en ese país. Quizá por su amplio alcance y excelente acogida entre los lectores, el editor tiene también especial cariño a El octavo día, de Thornton Wilder, un clásico de la literatura norteamericana que es el título más conocido de cuantos ha publicado. Otra gratísima sorpresa del catálogo de Automática es Delhi no está lejos, de Ruskin Bond, retrato minimalista de la sociedad india tradicional de mediados de siglo XX, narrado con precisión, conocimiento de causa y un muy calculado desaliño rayano en la indolencia. Esos y otros muchos libros configuran ya el creciente repertorio de una editorial que, desde una escala reducida, se mueve al compás de la universalidad de la creación literaria.
Por Pablo Díez Martínez