Protagonistas // Editores

Isabel Cañelles, 15/06/2016

 

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Imagen: Rafael Turnes

El taller literario o la posibilidad de enseñar a escribir

“Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas”, decía el fructífero y sin duda exitoso, al menos en lo que a ventas se refiere, Stephen King. Sin contradecir las palabras del autor de Misery, pues acaso no son pocos los escritores que sostienen que antes de escritor se es y se debe ser lector, una no puede dejar de detenerse ante el hecho, sino contradictorio, sí paradójico, de que King, a pesar de sus palabras, ejerciera durante diversos años de profesor en un taller de escritura, experiencia de la que posteriormente nació Mientras escribo, sin duda su obra más lograda. La lectura y la escritura parecían, por tanto, no bastar para King para convertir a uno en escritor: los talleres literarios, de extraordinaria difusión en Estados Unidos, donde no tardaron en convertirse incluso en estudios universitarios, parecían ser ineludibles en la formación de todo escritor. Sin embargo, ¿se puede enseñar a escribir?

“Uno puede aprender a tocar el piano, pero esto no significa que se convierta en un pianista”, nos comenta un profesor de la facultad de filología, reconociendo que no son pocos los estudiantes que reclaman cursos de escritura dentro de los programas de grado. Y es que los talleres de escritura parecen estar de moda a la vez que el escepticismo en torno de su función de “fabricación” de escritores es cada vez más patente. Si aceptamos que, como dice el crítico Marcel Reich-Ranicki, “los escritores no entienden de literatura más de lo que las aves entienden de ornitología”, no solo debe cuestionarse la función de los talleres, sino también la posibilidad de que sean los propios escritores quienes enseñen a escribir. Sin embargo, y recurriendo al símil de Reich-Ranicki, bien podría cuestionarse también que sean los críticos quienes enseñen a escribir, pues una cosa es ser ornitólogo y otra cosa es ser ave: saber de literatura no implica saber escribir.

Una actividad artística

 

A riesgo de entrar en un bucle de interrogantes que sólo conduzcan a la más frustrante de las aporías, puede que deba reordenarse la argumentación y no poner el foco en el supuesto objetivo de los talleres sino en las expectativas de quienes acuden a ellos, puesto que, a lo mejor,  el problema que no reside tanto en el interés por el ejercicio de la escritura sino por la creencia, tan arraigada y tan nefasta, de que escribir y ser escritor son sinónimos. “No creo que nadie tenga la capacidad de convertir a alguien en algo” nos comenta Isabel Cañelles, responsable del proyecto RELEE, donde confluyen distintos talleres literarios asociados y un sello editorial desde el cual promover los mejores trabajos nacidos de dichos talleres; “sí se puede ayudar a las personas que llevan un escritor dentro de ellas a que vayan deshaciéndose de todas las capas que lo recubren hasta que ese escritor salga a la luz. Nosotros (ni ningún taller) no ‘creamos’ escritores, sino que damos facilidades (una metodología, unas técnicas, compañía, espíritu colaborativo, toda nuestra experiencia…) para que las personas desarrollen una actividad artística” continúa Cañelles, que no duda en concluir que “se puede enseñar a alguien a sacar a ese escritor que lleva dentro, igual que en la Academia de Bellas Artes lo hacen con los pintores o los escultores, o en las academias de guionistas, o de música, o de cualquier actividad artística”. De las palabras de Cañelles se deduce, por tanto, un a priori: es necesario llevar “un escritor dentro”, es decir,  hay algo de innato en el ser escritor y, por tanto, los talleres solo pueden consolidar a aquel que ya es escritor.

 

RELEE

Presentación del libro de Daniel Monedero en la librería El olor de la lluvia

“Yo creo que uno ya es escritor cuando va a un taller literario, o es la semilla de un escritor. Allí le pueden ayudar a encontrar herramientas, a analizar de manera más concienzuda y crítica tu trabajo, a ayudarte a separar lo bueno de lo mejor o lo malo de lo peor. Pero a nadie le dan el ‘carnet de escritor’ en ningún lado” comenta Daniel Monedero que, si bien no participó en los talleres dentro del proyecto RELEE, publica ahora dentro del sello editorial su libro de relatos Manual de jardinería (para gente sin jardín). Monedero, que es autor de libros de literatura infantil y juvenil, reconoce que “publicar mi primer libro de relatos me hace sentir como si fuera la primera vez que me editan algo, y siento una emoción y un hormigueo que uno sólo tiene cuando forma parte de un proyecto que le entusiasma”, una emoción que viene acompañada por el respaldo del sello RELEE – “no he podido estar mejor acompañado en el proceso de edición, por Eloy Tizón, Isabel Cañelles y Clara Redondo, que hizo el trabajo de edición del libro, y comprendió a la perfección el espíritu de los cuentos ayudándome con sus sugerencias a que el conjunto brillara más, comenta Monedero.

El valor de la comunidad

 

RELEE, por su parte, se presenta como una alternativa frente a las editoriales tradicionales y frente a la autoedición, pero, ¿en qué se distingue o quiere distinguirse RELEE de los modelos ya asentados? Y, sobre todo, ¿cuál es el valor que aporta, al menos para los nuevos autores, con respecto a la autoedición? “RELEE aporta el valor, en primer lugar, de ‘red’, de comunidad. RELEE no es solo una editorial, porque los que la hemos creado somos a nuestra vez escritores y profesores de creación literaria” nos comenta Cañelles, quien hace particular hincapié en el carácter de comunidad del sello, carácter que, a su vez, se convierte en una reivindicación de una necesaria interrelación entre autores de distintas generaciones. No acaso, la Institución libre de enseñanza es el principal referente didáctico y cultural para el proyecto RELEE,  entre  cuyos principios fundacionales destaca la voluntad de establecer lazos de interrelación entre distintas generaciones de creadores y, a la vez, convertirse en lugar de aprendizaje y enseñanza comunitaria: “RELEE reivindica el espíritu colaborativo y crítico de la Institución Libre de Enseñanza”, comenta Cañelles, para quien actualmente los talleres literarios llevan a la práctica los ideales que estaban a la base de la Institución Libre de Enseñanza: “en ellos se aprende no solo a escribir, sino a convivir, a compartir, a aceptar las críticas, a hacerlas, a destapar el autoengaño, a no mirarse tanto el ombligo, a trabajar en equipo…”.

 

RELEE

Aperitivo literario con RELEE en la librería Los Editores

Si bien es cierto que la carencia de un diálogo intergeneracional en las actuales letras españolas –ay cuán dañino ese lema tan repetido de leer solo a los clásicos o solo a los contemporáneos- bien requeriría un análisis nada complaciente, no cabe duda de que, por un lado, puede parecer osado el querer confrontarse con la Institución Libre de Enseñanza y, por otro lado, puede resultar algo inverosímil pensar en los talleres literarios no solo como expresión de aquel espíritu de principios del XX, sino también como punto de partida para resanamiento del panorama literario. Y es que, conscientes de caer en parte en el cinismo, una no puede dejar de apuntar que muchos de estos talleres no solo han sido el ancla de salvación económica para muchos escritores, sino que han sido rentabilizados por más de una institución que ha convertido los talleres literarios ya sea en máster y posgrados ya sea en la principal fuente de ingresos gracias a nada desdeñables precios de matrícula. Y es que hoy los talleres literarios están de moda y una observa, no sin algo de espanto, en lo dañino que ha sido el caso de Ildelfonso Falcones, abogado salido de un taller literario y reconvertido en superventas con una novela cuyo título –y toda ella en general- más vale no recordar.

Apuestas (y rechazos)

 

Ni todos los que acudan a los talleres literarios conseguirán las ventas de Falcones ni es deseable para un mercado literario ya muy azotado por la mediocridad e, incluso, por lo nefasto, más autores como Falcones. Por ello, el caso de RELEE resulta a priori interesante, pues va más allá del mero taller literario, proponiéndose como un sello editorial y, por tanto, como una plataforma que deberá exigirse un rigor todavía mayor si quiere establecerse en el ámbito literario como una referencia en el descubrimiento de nuevas voces literarias. En efecto, RELEE no podrá y no deberá ser un espacio para la publicación de todo aquello que se produzca en los talleres, sino que deberá configurarse como un filtro todavía más exigente que busca la calidad literaria allá donde los mecanismos tradicionales del mercado no llegan. En efecto, como reconoce Cañelles el proyecto RELEE nace, en parte,  de “esa dificultad de los autores noveles para abrirse paso en el mundo editorial. Esas obras que estaban fructificando en mis talleres literarios, ¿llegarían realmente a ser leídas por el público? Y ¿a costa de cuánto tiempo, esfuerzo (y a veces dinero) por parte de sus autores?”. A las palabras de Cañelles cabría, sin embargo, añadir que no se trata de que fructifique el trabajo de los talleres, más bien el objetivo deberá ser destacar solo el trabajo literario que merezca y no la producción de los talleres en su totalidad. Aunque resulta obvio que Cañelles subraye la buena calidad de los trabajos que se producen en los talleres, el proyecto de RELEE podrá distinguirse por la capacidad de criba y por el descubrimiento de nuevas e interesantes voces que, por obvio que parezca, serán la minoría dentro de todo el grupo de participantes de los talleres. “Yo me considero escritor. Y creo, modestia aparte, que tengo mi propia voz. Ahora serán los lectores los que decidirán si están de acuerdo conmigo o no”, comenta Daniel Monedero a cuyas palabras cabría añadir que no es suficiente con la reacción del público lector, sino que todo trabajo editorial requiere una criba, una selección y, por supuesto, implica rechazo de manuscritos y apuesta por autores. Y esta es precisamente la tarea a la que deberá enfrentarse RELEE y el equipo que lo conforma, en primer lugar Isabel Cañelles, flanqueada por el escritor Eloy Tizón, como director del consejo editorial, y Mariano Baratech, como asesor en estrategia y desarrollo. Con el libro de relatos de Daniel Monedero, Manual de jardinería (para gente sin jardín), comienza la andadura editorial de RELEE, una andadura cuyo punto de partida permite esperar unos resultados interesantes y, sobre todo, permite pensar en la posibilidad de descubrir “autores dormidos” que de otra forma permanecerían al margen de la red editorial. La andadura de RELEE comienza ahora, será sin embargo el tiempo aquel que nos confirmará si las expectativas de hoy se verán cumplidas mañana.

 

Por  Anna Maria Iglesia

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