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Rafael Díaz Santander, 06/08/2014

 

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Valdemar: Macabra beatitud

Clásicos monumentales como Lovecraft, Arthur Conan Doyle o, extrañamente, el propio Proust, se dan cita en esa losa fría como una lápida en la que está grabado el catálogo de Valdemar. Junto a esos y otros grandes nombres, la base del iceberg se nutre de los anónimos de la literatura gótica, un estilo tan interesante como desprestigiado por la crítica, y que sólo llega a ver la luz gracias al empeño, la pasión y la convicción a contracorriente de proyectos como Valdemar.

La editorial, hija mimada de sus padres, Rafael Díaz Santander y Juan Luis González Caballero, zarpó a ese mar de tinieblas, gárgolas y pesadillas hacia el año 1986, con la intención confesa de difundir y limpiar el nombre de la literatura fantástica y extraña, que intentan presentar en formatos de calidad, tanto en los diseños y materiales como en el cuidado de las traducciones. Después de todos esos años al frente del proyecto, y a pesar de las muchas vicisitudes que sin duda han surgido en el camino, salta a la vista que Valdemar ha cumplido con lo que se propuso en su momento fundacional.

Para llegar hasta aquí, Rafael Díaz explica que no se ha adoptado ninguna mentalidad empresarial y que las posibilidades económicas de la editorial no son precisamente boyantes. Esas limitaciones, comunes a la práctica totalidad de las pequeñas editoriales españolas, no les han impedido perdurar durante decenios ni dejar de hacer aquello que pretendían: dar a conocer obras o autores de las que no pueden verse privados los aficionados españoles al género fantástico, a pesar del menosprecio de la crítica y de los muy distintos derroteros del gusto literario predominante.

Es una aventura con riesgos, a veces al borde de lo marginal, pero aderezada con clásicos inapelables y trabajos tan notorios como la edición anotada de los cuentos completos de Lovecraft, la edición crítica de “A la busca del tiempo perdido” de Proust, la obra gráfica de Edward Gorey, el “Drácula” anotado o las cuidadas ediciones del marqués de Sade. Sin embargo, el propio Díaz reconoce que el núcleo duro de Valdemar es la literatura gótica, de terror o extraña, representada por la colección Gótica, que está a punto de cumplir 100 títulos y en la que tienen cabida algunos autores a los que sólo es posible llegar después de una búsqueda profunda, casi una exhumación que requiere pasión, conocimiento, buen hacer y muchas horas dedicadas a la lectura.

Después de tanto años de existencia, parece claro que en España existe al menos una minoría de lectores aficionados al género. Pero ¿hay también buenos escritores de este tipo de literatura en nuestro país? En Valdemar tienen claro que sí, que existe una buena cantera de escritores que han eclosionado o están eclosionando en estos momentos. Es posible incluso que la editorial haya colaborado de manera crucial para que estos escritores anónimos vean la luz. “Me gustaría pensar que Valdemar ha aportado algo a estas nuevas generaciones de escritores desprejuiciados que han elegido estos géneros sin prestigio crítico como vehículo de expresión. Son muchos y no podría citarlos a todos sin olvidarme de alguno”, dice Rafael.

“Felices pesadillas” es el título de un compendio de los mejores relatos de terror aparecidos en Valdemar. Ese sentimiento paradójico es también la mayor satisfacción que reporta este proyecto a sus padres fundadores: saber, a través de las opiniones y el agradecimiento de los fieles lectores, que con su labor están aportando algunas dosis de felicidad y pesadilla a la gente.

 

Por  Pablo Díez Martínez

 

 

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