Nació en 1979 y, desde entonces, Altaïr se ha convertido en la mayor librería de viajes de Europa. El espíritu humanista con el que nació sigue definiendo esta librería donde el viaje es solo el punto de partida para comprender el mundo y sus culturas; la crisis económica del 2008 no pasó desapercibida: su local de Madrid tuvo que cerrar al igual que su magazine en papel. Ahora, en 2016, si bien es de osados hablar de recuperación, el magazine, que tuvo que reinventarse en formato digital, recupera el papel, pero no su sistemática periodicidad: “publicaremos solamente cuando tengamos material para ofrecer a los lectores”, nos comenta, a lo largo de la entrevista, Pere Ortín, director de Altaïr Magazine y junto al fundador de Altaïr y editor, Pep Bernadas, editor de la colección Heterodoxos, además de responsable de comunicación y contenidos de Altaïr.
Altaïr nace en 1979, en estos años se ha convertido en la mayor librería de viajes de Europa, ¿cómo describís todos estos años? ¿Qué ha cambiado de la Altaïr de 1979 a la Altaïr de hoy?
En cuanto a su filosofía, Altaïr sigue siendo hoy día la misma que se fundó en 1979; lo que ha cambiado, evidentemente, es el contexto: la Barcelona de 1979 no tenía nada que ver con la Barcelona de hoy; la idea de viaje en 1979 no tenía nada que ver con la idea de viaje y la experiencia del viaje que tenemos hoy y, más en general, la cultura del 1979, y todo lo relacionado con los libros no tiene nada que ver con el presente. Sin embargo, la filosofía con la que nació Altaïr sigue siendo la misma filosofía que la define hoy día, es decir: queremos hacer de la cultura viajera una herramienta para interpretar el mundo y para conocer a las personas que lo componemos.
¿Han aumentado los lectores viajeros?
Por razones evidentes han aumentado las personas que viajan: la mejora de la economía, la red de aeropuertos, los viajes low cost… han favorecido que haya más viajeros. Ahora bien, ¿han aumentado los lectores viajeros? Yo no lo sé, no te puedo decir. La sensación, y es pura sensación, es que el interés por el viaje ha aumentado muchísimo, teniendo en cuenta, sobre todo, que España a finales de los setenta era un país muy cutre, donde las personas que viajaban representaban una parte de la sociedad muy minoritaria. En este sentido, hay más interés por el viaje, pero todavía sigue siendo complicado plantear aspectos del viaje que pongan en cuestión la mirada del viajero y de la viajera de hoy.
¿En qué sentido?
Es decir, hoy día, todavía queda pendiente poner en cuestión la construcción del sujeto post-colonial, puesto que los viajeros occidentales, por desgracia, siguen mirando el mundo desde una perspectiva muy limitada, perspectiva que además ha sido reforzada por la industria global del turismo, que construye catálogos de placeres posibles. Por tanto, en líneas generales, el viajero occidental viaja o para confirmar sus prejuicios y volver a casa reforzado con los prejuicios que tenía antes del viaje o viaja para confirmar o negar sus certezas. Con todo esto, lo que quiero decirte es que la sensación que tenemos es que desde un punto de vista industrial el viaje ha cambiado muchísimo, pero no tengo tan claro que la mentalidad del viajero haya cambiado.
Cuando invitasteis hace unos meses a Juan Villoro, comentaba que antes al leer literatura de viajes uno se acercaba a países y realidades que no conocía, mientras que ahora se lee conociendo, sea porque se ha visitado, sea por las redes de comunicación, los lugares narrados. A partir de aquí y desde tu experiencia, ¿nos acercamos a la literatura de viaje de forma diferente porque ya conocemos en parte aquello sobre lo que vamos a leer?
En cierta manera te diría que sí que ha cambiado y estoy de acuerdo con lo señalado por Juan. Dicho esto, creo que debe matizarse aquello que entendemos por literatura de viaje. De manera algo bruta y coincidiendo con Juan Villoro, te diría en primer lugar que, para nosotros, todo es literatura de viaje. La Odisea, el Don Quijote, La Tempestad, cualquier cuento de Borges… todo es literatura de viaje.
Como diría Simmel, ¿todo relato es relato de viaje?
Exacto y partiendo de esta asunción, que puede ser mucha asunción, pero que es una apuesta intelectual, nosotros lo que hacemos en Altaïr es ayudar a que la gente siga percibiendo el gesto cervantino de salir a buscar experiencias en el mundo. En primer lugar, lo que nosotros tratamos de hacer es animar a la gente a seguir saliendo al mundo a buscar experiencias. En segundo lugar, partiendo de la idea de que toda literatura es literatura de viaje o, por lo menos, incorpora el viaje, lo que intentamos hacer es convencer de que la lectura es un viaje en sí mismo: tú no has estado en el desierto de Sonora, pero has leído Los detectives Salvajes y, por tanto, al leer los lugares descritos por Bolaño, te trasladas a Sonora, aunque nunca viajes físicamente allí. En otras palabras: leer Los detectives salvajes es un viaje en sí mismo. Leer a Bolaño, que por cierto nunca estuvo en Sonora, te ayuda a entender que los grandes de la literatura describen un viaje que trasciende el hecho de estar en el lugar narrado.
El viaje trasciende, por tanto, el aspecto físico del traslado a otro lugar
Evidentemente, se trata de que los lectores entren en la idea del viaje, experimenten el viaje, pero que este viaje no sea solamente físico, sino que sea sobre todo un viaje intelectual.
En este sentido, si toda la literatura es literatura de viajes, Altaïr no es tanto una librería de viajes, sino una librería que lee a partir del viaje
Esta es la clave. Nosotros leemos la cultura a partir de una forma de relación con el mundo que es el viajar, pero para nosotros lo importante no es el viaje, que es una herramienta, para nosotros lo importante es la gente, lo importante son los lugares, las culturas, las lenguas, las maneras de vivir el mundo. Con este afán por las listas, se convierte todo en un viaje de carácter completista: uno debe viajar a todos los lugares que las listas indican, uno debe visitar todos los lugares que las listas indican, uno debe comer en todos los lugares que las listas indican… al final, viajar se convierte en completar una serie de listas. Nosotros proponemos lo contrario: a nuestros lectores les decimos que el viaje lo hacen ellos y nosotros solo ofrecemos claves intelectuales, narrativas, artísticas para realizar el viaje.
Unas claves que escapan del modelo de viaje turístico-industrial
No nos interesa este modelo, pero no porque lo despreciemos, sino que no estamos dispuestos a asumir que la única interpretación posible del viaje es aquella que ofrece la industria del turismo, esa interpretación que deriva de un cierto tipo de capitalismo industrial neoliberal que nos dice que ver el mundo es hacer turismo según las prácticas que la industria dispone. Nosotros lo que decimos es que viajar es leer a Bolaño, viajar es leer a Villoro, viajar es leer a Borges, viajar es hablar de la biblioteca de Borges o disfrutar con La Tempestad de Shakespeare. En este sentido, nos enfrentamos, de una manera pacífica, a la concepción del viaje como producto industrial.
Considerarías erróneo que, en los últimos tiempos, pensado en todas las actividades que realizáis en colaboración con Jorge Carrión, el viaje está muy asociado al periodismo y en concreto a la crónica
Yo creo que esta asociación de la idea de viaje con el periodismo siempre la hubo. Es verdad, y tú has citado a Jorge Carrión, que es alguien con quien tenemos una relación personal y profesional profunda, que actualmente hay un cierto tipo de periodismo, especialmente enmarcado en el ejercicio de la crónica, que está estrechamente vinculado al viaje puesto que los cronistas viajan para contar el mundo. Esto es muy evidente en Latinoamérica y, de hecho, la crónica asociada al viaje deriva de la tradición de los grandes cronistas de las Indias, aunque el gesto de la crónica de viaje es también el gesto de Moby Dick: alguien que tiene que salvarse para poder contar aquello que otros no ven. El cronista es el náufrago de Moby Dick, aquel que cuenta, aquel que nos cuenta, aquello que ha visto para que, posteriormente, nosotros podamos ir a capturar la ballena.
¿No crees que hay un mayor interés, incluso un revival, de la crónica o reportaje largo?
Voy a ser un poco malvado, pero creo que como ahora los medios de comunicación son tan aburridos y todos son iguales, el género crónica permite encontrar miradas distintas y perspectivas absolutamente individuales. Si tú lees a Leila Guerriero, Martín Caparrós, Juan Villoro o Marcela Turati, en ámbito hispanoamericano, a Jorge Carrión y Gabi Martínez, aunque podría citarte muchos más, en ámbito español, nunca vas a encontrar nada igual: cada crónica es distinta, porque cada una de sus miradas es distinta, y esto es lo que hace que leer sus crónicas sea una experiencia interesante y válida. Sus textos se oponen a ese mercado inundado de producto barato y de baja calidad, que no es más que el “so called” periodismo, que leemos por inercia, pero que cuenta siempre lo mismo. Deberíamos preguntarnos por qué los titulares son iguales en todos los periódicos. Ante esto, quiero percibir, no sé si confundiendo mis deseos con la realidad, que hay un cierto auge de la crónica.

Pere Ortín y Martín Caparrós charlando en Altaïr
Sin embargo, en este auge de la crónica, no todo lo que se produce tiene el sello de los autores mencionados…
Efectivamente. Un problema que detectamos, sobre todo a través de nuestro magazine, es lo que nosotros llamamos “crónicas yo-yo”. Como dice Martín Caparrós, una cosa es escribir desde el yo y otra cosa muy diferente es escribir sobre el yo. Para nosotros lo importante es escribir desde el yo, sea cual sea este yo, pero no sobre el yo. El buen cronista no es un ególatra narcisista que necesita ponerse maquillaje todo el día, es alguien que intenta ayudar a los lectores a entender e interpretar el mundo. El problema es encontrarse con crónicas yo-yo en las que el cronista se sitúa por encima de los sujetos, de las historias y de los lugares que narra, puesto que es un cronista que no está interesado en las historias que narra, sino en su yo.
Frente a la enorme oferta editorial, vinculada o no al viaje, como librería, tenéis que gestionar la oferta. ¿Es vuestro criterio el punto de partida para la criba?
Sí, pero es un criterio difícil de manejar porque es muy difícil controlar el mercado editorial, que es brutal en cuanto a número de publicaciones. Yo por momentos pienso que las grandes majors de los libros quieren jodernos a todos, a vosotros los críticos, a nosotros los libreros, a los lectores que comentan los libros en blogs…. Es imposible leer todo lo que sale.
Y esto implica que los libros duren poco en las estanterías de novedades
Nosotros intentamos no dejarnos llevar por esta dinámica, que es muy perversa, porque entendemos que nuestros lectores y clientes son inteligentes y porque intentamos respetar el trabajo de la persona que hace el libro. Con mayor o menor fortuna, un literato, un escritor, un poeta… ha hecho un esfuerzo para hacer el libro; le habrá salido mejor o peor, esto es algo que tenéis que juzgar los críticos, pero hay un esfuerzo intelectual y nosotros tratamos de respetar este trabajo. Intentamos no dejarnos embaucar por la tonelada de novedades, aunque no es para nada sencillo controlar las novedades que llegan.
De ahí que estáis obligados a realizar una selección
Últimamente hemos leído, Varados en Río de Javier Montes en Anagrama, The Night de Rodrigo Blanco, publicado por Alfaguara, dos propuestas absolutamente distintas y de dos grandes editoriales. En el momento de la selección, lo que importa no es si la editorial es de las major o no, sino de lo que hay dentro del libro, de la propuesta en sí misma. Lo que buscamos son miradas distintas y, en el caso de The Night, Rodrigo Blanco nos presenta una Venezuela que difícilmente se conoce si no es por la ficción que el autor construye. Otro autor que nos ha fascinado es Patrick Deville, publicado por Anagrama, en cuya mirada se entremezcla la crónica, el reporterismo y la poesía. La de Deville es una mirada que, como la de Javier Montes y la de Rodrigo Blanco, hay que potenciar. En Altaïr, además, damos mucha importancia a los cómics, algunos de ellos no están relacionados explícitamente con el viaje, pero nos enseñan a mirar el mundo desde otra perspectiva: pienso, por ejemplo, en Joe Sacco.
¿Tenéis un comité lector?
No hay nada sistematizado, pero sí es cierto que somos un equipo al que nos gusta leer y, evidentemente, a partir de nuestras lecturas, hacemos unas propuestas. Ahora por ejemplo tenemos como destacados algunos títulos de Blackie Books, editorial que nos gusta mucho.
Pensando en parte de vuestros libros y en muchas de las actividades que realizáis –una de las últimas, la presentación de Off the road de Andy Robinson-, ¿podríamos decir que Altaïr a través de su propuesta de libros propone también un discurso político?
Evidentemente, en Altaïr hay un discurso político, forma parte del trabajo histórico de nuestro editor: la librería nació y todavía conserva la voluntad muy clara de interpretar el mundo desde una clave humanista. Para nosotros lo fundamental es fomentar la idea de que la tierra es un solo país y todo ser humano es una única raza y solamente a partir de estos principios, podemos hablar de diversidad. Y, retomando tu pregunta, en la propuesta de Altaïr hay un discurso político y queremos mantenerlo.
Altaïr nació en 1979, pero pronto el proyecto creció con la creación de una revista y de su sello editorial, Heterodoxos
A principios de los noventa nace la revista en papel, en su formato monográfico, y paralelamente nace una librería Altaïr en Madrid, librería que cierra en 2013 a raíz de la gran crisis del 2008, que también nos lleva a cerrar la estructura en papel de la revista. En 2014 apostamos por reformular todo el proyecto de publicación: recuperamos la editorial Heterodoxos, que había nacido a principios del 2000 publicando 32 títulos y que, también en coincidencia con la crisis, había sufrido un parón, y creamos el formato digital del magazine.
¿La recuperación de la editorial y la creación del magazine en formato digital es señal de una recuperación económica?
Sí miramos las cifras de Sant Jordi, mi respuesta es: sí hay una recuperación. Si contestando afirmativamente tengo que darle la razón al presidente Rajoy, mi respuesta es no. ¿Qué quiero decir con esto? Todavía no se puede afirmar que existe una consolidada recuperación, puesto que para obtener más beneficios nos hemos visto obligados a desarrollar un café-restaurante. La crisis nos ha obligado a repensarnos, la idea de magazine en digital, si bien responde a una nueva concepción del viaje y a la voluntad de incorporar nuevos formatos a la revista, también es resultado de la necesidad de repensarnos a partir de una crisis, que lo ha trastocado todo. Podemos hablar solo en parte de recuperación, todavía no podemos fiarnos de si la recuperación se va a consolidar.
Por tanto el salto al digital responde tanto a una necesidad de recortar gastos como a la voluntad de apostar por otro modelo
El salto al digital tiene que ver con poder construir por primera vez, gracias a las herramientas que tenemos hoy, un corpus de discurso con autores y autoras de otros países que nunca antes habían venido a escribir con nosotros y tiene que ver también con una reformulación de lo que significa el viaje desde un punto de vista ideológico, político e intelectual. ¿Quién es el sujeto autorizado para narrar África? ¿Un occidental o alguien que es de ahí y que hace una gran literatura con sus textos? Yo creo que hay un problema con el sujeto narrador del viaje, es decir, ¿quién construye las imágenes del mundo? Dice Didi-Huberman que las imágenes son un campo de batalla político y, por tanto, lo que es necesario es que las imágenes del mundo no las construya sola y únicamente occidente.
¿El magazine es el aparato discursivo de la librería?
El magazine es el mascarón de proa de la ideología de Altaïr, es la bandera de prestigio de la revista. Nosotros hemos conseguido que en nuestra revista escriba gente como Leila Guerriero, Martín Caparrós, Juan Villoro, Gabi Martinez… ellos nos dan un prestigio enorme.
Asimismo, ¿el magazine es una forma de acercar a los lectores a la librería?
Sí, hay una parte de lectores que llegan a la librería a través de la revista. Al trabajar con un nicho sólido pero pequeño, no es fácil abrirte a otros públicos y el magazine contribuye a acrecentar los lectores de la librería. La revista nos ayuda a rejuvenecer el público interesado en nuestra propuesta. Se trata de intentar construir discursos que sean intergeneracionales y que no solo impliquen a la gente que viaja. Nosotros no somos un almacén de libros, nosotros queremos convertir la librería es un espacio casi de tertulia literaria.
Y, podríamos decir, ¿tenéis también la voluntad de crear lectores, objetivo que no sé si tienen los “almacenes de libros”?
Tú puedes ir a comprar una camisa o un vestido a una diseñadora amiga o puedes ir a una multinacional de propietario gallego, pero no es lo mismo. Lo mismo sucede con los libros: no es lo mismo comprar un libro en Altaïr que en La casa de…. Y no es lo mismo porque nada tiene que ver nuestra propuesta editorial, nuestro discurso, nuestras actividades con lo que hacen los almacenes de libros. La desgracia es que la tendencia es abrir almacenes de libros y no nidos de lectores, que es lo que tratamos de ser nosotros y muchas de las nuevas librerías independientes que han abierto.
Nacisteis en el 1979 estamos en el 2016, ¿tenéis retos para los próximos años?
Siempre hay que tener retos nuevos y una parte del reto tiene que ver con esta pregunta: ¿Por qué los libros en Gran Bretaña tienen cero IVA y en España tienen un 4%? El libro es algo que en los últimos cuatrocientos años ha ayudado a construir a los seres humanos y a las culturas; el libro no es un mero artefacto cultural, el libro es una manera de entender el mundo. Es necesario crear lectores y esto es algo que no sólo podemos hacer nosotros, la creación de lectores debe ser el objetivo de los padres, del sistema educativo, de las universidades…. Nosotros como librería podemos contribuir a ello, pero estamos huérfanos, no hay apoyo gubernamental. Por esto te mencionaba lo del IVA. No hay la voluntad de conservar y fomentar el libro, porque nuestros políticos son iletrados. Nuestro deber, a pesar de todo, es el de construir lectores o, mejor dicho, ayudar a construir lectores, puesto que si esperamos que lo hagan nuestros representantes públicos estamos jodidos.