La idea llevaba años en la cabeza de su fundadora, Lara Meana, quien trabajaba como bibliotecaria rural en el pequeño concejo asturiano de Santa Eulalia de Oscos y cursaba a la vez un máster en Promoción de la Lectura. Fue una cuestión de conocimiento, tiempo y valentía, de forjarse en el día a día de una modesta biblioteca de pueblo y de abrir su mente a las ideas novedosas que emanaban de su formación. Lara dio el salto, y en junio de 2007 abría sus puertas en Gijón su proyecto, El Bosque de la Maga Colibrí, una librería infantil y juvenil que es hoy en día una referencia.
Lara y su equipo conocen bien los libros de su fondo y también a los lectores, pues trabajan con ellos en centros educativos, bibliotecas y otros espacios. Pero más allá del indiscutible cuidado del producto, “La Maga” destaca por sus actividades, por su carácter experimental y, en definitiva, por ser mucho más que una simple librería. Su lustroso local con vistas al mar Cantábrico cuenta, además de con la librería, con dos salas de usos múltiples en los que se organizan talleres de animación lectora para niños y familias, cursos de fomento de la lectura orientados al profesorado, talleres de escritura creativa, recitales de poesía o de música y otras muchas más actividades, como el llamado “Bosque de lecturas”, una reunión mensual en la que diversos profesores comentan y analizan textos infantiles y juveniles.
En este proyecto no quedan cabos sueltos. El concepto de librería ha avanzado, y cada vez son más los libreros que, o bien optan por la socorrida vía de incorporar un bar o cafetería a su establecimiento, o bien toman conciencia de su labor y se erigen, como “La Maga”, en un espacio de intercambio, de difusión, de evaluación y análisis. En un laboratorio donde se gestan y miden nuevas ideas, y en el que la librería encuentra también su responsabilidad social, no sólo comercial.
Ésa es la órbita en la que se mueve este establecimiento gijonés, la de aquellas personas o instituciones que se esfuerzan por promover el bien supremo y amenazado de la lectura entre las generaciones venideras. Un trabajo difícil que requiere ambición y carácter innovador, sobre todo entre unos niños que han nacido con las nuevas tecnologías entre las manos y que probablemente crecerán en un entorno de profundo desinterés por la lectura.
¿Es posible revertir esa tendencia inexorable hacia unos hábitos de lectura débiles y dispersos, transformados por las pautas y automatismos de las nuevas tecnologías? La respuesta está en los niños, en los adolescentes, en sus padres y en sus educadores. Y es ahí donde La Maga del Bosque Colibrí trata de instruir, de enseñar y de poner en valor la lectura, enfrentándose así a la corriente que la roe cada día. “Ahora mismo, el mundo en el que vivimos necesita de lectores críticos y competentes, pero no creo que eso es lo que se quiera potenciar desde las instituciones”, asegura Lara. Ella y su equipo, al menos, están poniendo su grano de arena.
Por Pablo Díez Martínez