Ni ruedas de molino ni gigantes, sin fantasmas, sin lamentaciones.
En el Encuentro Internacional de Libreros que se celebró los pasados 3 y 4 de mayo en San Sebastián nadie se acordó de todo ello, y mucho menos celebrando al día siguiente la entrega del Premio Euskadi de Plata que concede el Gremio de Libreros de Gipuzkoa, que se clausuró con una abarrotada charla-concierto de su ganador, el pianista y escritor James Rhodes, dentro del Festival de literatura Literaktum, con una cola kilométrica para firmar su libro Instrumental (Ed. Blackie Books) en la iglesia y claustro del Museo de San Telmo. Y es que no dio tiempo, estábamos demasiado ocupados pensando en el futuro, apoyados en la mejor tradición, con el presente repleto. Y el cómplice fue la Capitalidad Europea de la Cultura, un año para sumar, para repensarlo todo, experimentar, un año para trabajar los futuros de la Cultura, de las librerías, de la lectura.
En un año tan especial para la ciudad los libreros guipuzcoanos, las instituciones culturales y la oficina de la Capitalidad decidieron unir fuerzas y regalar dos encuentros abiertos a la ciudad, liderados por Jorge Carrión, reconocido experto y embajador de librerías, que planteó dos jornadas apasionantes, una de apertura, “Todas las librerías son librerías de viaje”, y de cierre “Todas las librerías son centros culturales”, que giraban en torno a cuatro ejes básicos: la tradición, librerías como agentes culturales históricos de primer orden; el viaje, porque todas las librerías son lugares para viajar, de intercambio; la hibridación, algo inherente al espíritu de estos espacios; y el futuro, la búsqueda continua de fórmulas que permitan la viabilidad y afrontar los nuevos retos de nuestro tiempo. Sólo hacían falta unos ponentes que dieran voz a las dos jornadas, y Carrión supo dar con la clave exacta.
Si hay una tradición libresca tiene nombre de mujer, un siglo XX de grandes libreras, como Sylvia Beach o Adrianne Monnier, o como el de las dos ponentes de la primera jornada: Rachel Muyal y Catherine Domain. Rachel nos trajo la elegancia y pasión del Tánger mítico, el del Zoco chico, el que reunió a los grandes nombres de la Beat Generation, a Paul Bowles, Capote, Patricia Highsmith, Mohamed Choukri, Yourcenar… Muyal, recogiendo el testigo de las míticas Yvonne e Isabelle Gerofi, supo continuar con el espíritu de librería refugio de libertades y encuentros, con la magia de la famosa Librairie des Colonnes. Catherine Domain, viajera impenitente, recorrió el mundo antes de unir sus dos tradiciones familiares, la de libreros y marinos, y lleva casi cinco décadas regentando la librería de viajes más antigua del mundo, la Ulysse de París, porque para Domain “cada persona que entra en la librería es una viaje, cada libro que se lee es un viaje, así que mi vida sigue siendo un viaje sin moverme del sitio”. Situada en la Isla de San Luis, se convirtió en el lugar de referencia y reunión de grandes viajeros, escritores y artistas, y a pesar de tener fama de ser la librera más cascarrabias de Europa, sigue congregando cientos de actividades, iniciativas y premios literarios, como el Pierre Loti. Jornada primera de homenaje, de tradición, sí, de grandes tiempos y autores, de mil anécdotas, y preguntadas sobre qué hay que hacer para ser un buen librero coinciden: leer mucho, más, trabajar duro y honestamente, conocer e influir en tu entorno, y (risas) ¡contabilidad!
Después de la gran historia, llegó la jornada de las librerías del presente, las del mañana, y para ello se convocó a tres punteras: la madrileña Tipos infames, Nollegiu de Barcelona y Ler Devagar de Lisboa. Las dos palabras claves, las que articularon toda la charla, hibridación y futuro, y el tono, bien marcado y consciente, el optimismo, el entusiasmo, las ansias de pelea, de seguir siendo agentes culturales activos y necesarios.
Como bien apuntó Carrión al inicio, las librerías siempre han sido entes culturales híbridos, mixtos, como todo lo humano, espacio de intercambio, de unión de técnicas, de café, música, teatro, academias, de edición, forma parte de su espíritu, y ahora se suman todas las posibilidades del mundo digital. Y las más recientes librerías asumen este espíritu diversificado y mixto, y como apuntó Gonzalo Queipo de Tipos infames, ellos desde un principio sabían que la clave está en seguir defendiendo al librero, como figura central, con su selección y su personalidad, pero concibiendo la librería como lugar de encuentro donde suceden cosas, y aportando valores añadidos, en su caso con una cava de vinos, una cafetería y una sala de exposiciones, amén de una agenda muy potente de actividades. Xavier Vidal de Nollegiu apunta algo más, las librerías ayudan a hacer ciudad, a enriquecer tu barrio, y por eso el libro no debe ser un objeto sagrado, el centro debe ser siempre la lectura, el hacer lectores, y para ello hay que crear nuevas comunidades, porque la lectura no es un hecho solitario, es algo más, es el después, la interacción, y para ello el librero debe ser un facilitador, un “factor”, uniendo voluntades en un espacio siempre vivo, construido entre todos, sumando, un centro cultural participativo. Y con conciencia de ciudad, de barrio, con sentimiento de pertenencia, y un ejemplo es la famosa cadena humana en el reciente traslado hasta su rehabilitada La Juanita, donde respetando un comercio histórico, ha abierto una librería de tres plantas donde la agenda puede llegar a tener hasta tres actos diarios.
Como colofón, la participación de José Pinho, de la librería lisboeta Ler Devagar, con un proyecto impactante por sus dimensiones y ambición. Partiendo de una comunidad de accionistas, el objetivo ha sido siempre crear espacios culturales que, actuando en zonas deprimidas de la ciudad, consigan la revalorización económica y cultural del entorno, y todo en base a centros inmensos que abarcan locales con salas homéricas de librería (de libro semi-nuevo, y con un stock mayor que todas las librerías de Portugal juntas), a las que se suman ahora mismo dos cafeterías, un restaurante, salas de estudio, exposición, teatro, cine, y con horarios amplísimos. Todo siempre entendido como lugar de encuentro, de actividades, de lectura constante. En tres años era tan rentable que comenzaron a abrirse a nuevas iniciativas, como la de convertir una casa de citas del viejo puerto en una librería erótica con un museo de “corazones rotos”, o la maravillosa iniciativa cultural en el pueblo de Óbidos, un pueblo monumental en el que han proyectado 11 librerías -adaptadas y especializadas según los comercios previos-, con 5 festivales de Literatura y artes, y con una afluencia de más de 1.500.000 visitantes al año.
Dos días emocionantes, de alto nivel, y en mente el poder continuar con estos encuentros en los años venideros, porque como apuntaron en la última jornada los componentes de la Librería y Revista Altaïr, hay que crear toda una red global de creadores de futuros, de complicidades, siendo las librerías agentes que aporten ideas, que construyan ciudad, y por medio estos locos seres que tienen a sus librerías no sólo como su negocio, sino como una fascinante forma de vida.
Por Adolfo López Chocarro