Lo primero que lleva a uno a entrar a Panta Rhei es la más genuina curiosidad infantil. Y, al ver por primera vez el meticuloso repertorio de libros de diseño gráfico y publicidad, catálogos de artistas, libros de moda, ediciones especiales y literatura para niños ilustrada, uno repara en lo estrecho que era su concepto de lo que es un libro. La originalidad, la creatividad, la elegancia, extravagancia o coquetería de los diseños aviva esa curiosidad que nos convierte parcialmente en púberes. Una vez superado ese interés instintivo, se puede por fin discernir el cuidado material de la librería, los selectos títulos y enrrevesadas temáticas que la pueblan.
Panta Rhei es fruto del esfuerzo y la dedicación de dos hermanas, Ingrid y Lilo Acebal Neu, que lo describen como un lugar donde se para el tiempo. Y ciertamente se para en un sentido, en la medida en que uno entra, reflexiona y recaba la infrecuente paciencia para sumergirse en un entorno en el que el libro aún manda, en sus formas más imprevisibles, reclamando a los clientes y curiosos que merodean por el establecimiento un pequeño paréntesis respecto al reinado de la tecnología. Pero es también un espacio en el que el tiempo se acelera, puesto que muchos de sus libros acarician la vanguardia y exhiben temáticas y diseños que le hacen a uno sentirse extrañamente arcaico. Además, el capricho vivo de Ingrid y Lilo combina la librería con una pequeña editorial y una galería donde exponen ilustradores y dibujantes, y en la que se hacen presentaciones de libros.
La idea de abrir en Madrid una librería dedicada a las artes visuales con énfasis en la cultura contemporánea estuvo merodeando la cabeza de las dos hermanas durante mucho tiempo hasta que, en el año 2000, se atrevieron a dar ese paso y a inaugurar la primera versión de Panta Rhei en la calle Pelayo. Su tímida extravagancia rebasó pronto sus propios cauces, el establecimiento se quedó pequeño y, en 2005, se mudaron a su actual sede en la calle Hernán Cortés. Su clientela oscila entre los profesionales del diseño, la ilustración, la publicidad o la fotografía, y los curiosos que se dejan llevar al observar el seductor escaparate. Entre las hermanas y las personas que visitan el establecimiento hay una interacción que es clave para su éxito: es fuente de enriquecimiento, de nuevas ideas, nuevos nombres.
Y es que, ¿puede acaso sostenerse un proyecto tan personal y exigente sin los comentarios, las ideas, las sugerencias y los descubrimientos del trato cotidiano entre librero y cliente? Panta Rhei es un cuerpo vivo, abierto a nuevas ideas, y que hace gala así de la famosa frase de Heráclito que da nombre al establecimiento. El pensador griego entregó a los siglos venideros su sentencia “Panta Rhei Kai Ouden Menei” (“Todo cambia, todo fluye, nada permanece”). Esa verdad, asimilada con fervor por las hermanas Acebal Neu, convierte su proyecto en un imán para las nuevas ideas que lo enriquecen.
Desafiando la certeza de que nada permanece, Panta Rhei lleva ya catorce años resistiendo en su pequeña guarida madrileña.
Por Pablo Díez Martínez