Protagonistas // Libreros

Rafael Arias, 22/04/2019

 

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Imagen: (c) Erre García

“Una buena política de fomento de la lectura debe hacerse siempre a través de la seducción y no de la imposición”

Abrió sus puertas hace cuatro años y, desde entonces, la librería Letras Corsarias, con Rafael Arias a la cabeza, se ha convertido en un punto de referencia para todo lector que viva o esté de paso en Salamanca. Poco tiempo después de abrir, Letras Corsarias se unió a  La Puerta de Tannhäuser, en Plasencia, y a Intempestivos, en Segovia, para constituir La conspiración de la pólvora: un grupo de trabajo, en palabras del propio Rafael, de un grupo de libreros con una misma concepción de lo que debe ser una librería y con un mismo propósito: romper con el eje cultural Barcelona-Madrid y conectar el mundo del libro, especialmente autores y editores, con los lectores. En 2016, La conspiración de la pólvora recibió el Premio Nacional al Fomento de la Lectura. En vísperas del Día del Libro, conversamos con Rafael, alma de Letras Corsarias.

En vuestra web os definís como una librería de lectores para lectores. La primera pregunta que te quiero hacer es a qué tipo de lector os dirigís.

Frase directa y sencilla para definirnos. La idea huye del elitismo, parte de la concepción de un lector todoterreno. Concebimos la librería como un espacio donde confluyen todos los géneros, y por lo tanto, multitud de lectores diferentes.

Se dice que el catálogo es lo que define a un editor, ¿es su fondo, son los libros que ocupan sus estantes, los que definen a la librería?

No existen dos librerías iguales. La personalidad de sus libreros se refleja en el propio espacio. Los títulos que forman parte del fondo son la columna vertebral, y en librerías como la nuestra –de tamaño pequeño o medio– ese fondo ya no es de decenas de miles de títulos, sino una selección cuidada ejemplar a ejemplar, fruto de un cribado constante.

Lo pregunto en relación a otra cuestión: al papel de prescriptor del librero. ¿El librero, además de vender, recomienda, fomenta y, en cierta manera, instruye a sus lectores?

En una buena librería no hay nada casual, los títulos que se eligen para el escaparate, la disposición en el espacio, qué títulos tienen una mayor visibilidad, cuáles se seleccionan en el boletín semanal, las actividades que desarrollamos… Aparte, por supuesto, de la relación directa que se establece con los clientes. Al final todo es una suma de elecciones y descartes que llevan a la configuración del librero como una figura prescriptora más que instructora. Es importante señalar que un buen librero no solo debe ser un gran lector, también tiene que establecer un diálogo con el cliente y tener en cuenta su experiencia lectora.

En este sentido, en relación con estas dos últimas preguntas, ¿hay una criba a través de la cual incorporáis en vuestra librería unos libros y excluís otros? ¿Cuál es el criterio?

Si bien nuestro principal criterio es la calidad de los libros, es necesario tener en cuenta desde dónde parte cada lector. El criterio de selección viene dado por una idea principal que deber estar presente en cualquier librería, la coherencia. A partir de esta coherencia se realiza una selección basada en la calidad, la actualidad, la originalidad… Al fin y al cabo, un librero debe actuar como un radar de lo que sucede alrededor, y conjugar todo esto con una viabilidad económica.

Se acerca el Día del Libro, ¿qué piensas no solo sobre el enorme número de libros que se publican anualmente, sino del libro como mero producto de venta, sin ningún tipo de exigencia?

La lectura necesita un reposo y un proceso para ser asimilada, pero el mercado editorial ha caído en la rueda de la inmediatez y los resultados. En un país en el que se publican unos 80.000 títulos al año pero más de un 40% de los españoles afirman no leer un solo libro refleja que oferta y demanda van por caminos distintos. En ese sentido, desde nuestra posición defendemos una viabilidad de negocio basada en otros tiempos que se alejen de la velocidad de las modas y el consumo. Creemos que parte de nuestra labor es poder ofrecer unos títulos alternativos que despierten la curiosidad y el interés en el lector.

Decía Olvido García Valdés [directora general del Libro y Fomento de la Lectura] en ABC: «El consumo de libros es fundamental, pero me interesa mucho cómo y qué se lee». En este sentido, ¿el papel de prescriptor del librero es hoy más prescindible que nunca para hacer destacar determinados libros por encima de los productos mediáticos?

Leímos esa entrevista con Olvido García Valdés y era una de las partes con la que estábamos más de acuerdo; precisamente porque no somos defensores de la sacralización del libro, no todo vale. En ese sentido, el papel del librero como filtro y conocedor del espacio de la ciudad en la que se mueve es más importante que nunca.

 

Foto: cortesía de la librería

Formáis parte de La conspiración de la pólvora junto a Intempestivos y La puerta de Tannhäuser. ¿Cómo nació La conspiración y, ante todo, cómo nació Letras Corsarias?

Yo llevaba muchos años trabajando en otras librerías, había trabajado en una librería de cómic, en una franquicia y, luego, en una librería independiente. Tras todos estos años, llegué a la determinación de montar mi propio proyecto, puesto que veía que había un hueco que se podía llenar en Salamanca. Así nació Letras Corsarias, entremezclando la experiencia que yo había adquirido en las librerías en las que había trabajado y tratando de corregir las cosas malas que había visto a lo largo de esos años. Por lo que se refiere a La conspiración, viene de que yo conocía bastante bien a Álvaro y a Cristina, los libreros de La puerta de Tannhäuser, y, cuando yo todavía estaba trabajando en otras librerías, había hablado con ellos sobre la posibilidad de realizar algo conjuntamente, pero no se había llegado a materializar. La conspiración nace, en concreto, a raíz de la visita de Alejandro Palomas, que iba a hacer una presentación en Intempestivos, otra en Letras Corsarias y otra en La puerta de Tannhäuser. Fue necesario coordinarse con Judith y Jesús de Intempestivos, y a raíz de esta coordinación y de la conversación de esos días, nació La conspiración.

En 2016 recibisteis el Premio Nacional al Fomento de la Lectura, y el jurado destacó que rompíais el eje cultural Madrid-Barcelona y proponíais nuevos circuitos.

Las tres librerías nos quejábamos de lo difícil que era traer a las editoriales fuera del circuito. Así que, un día, nos reunimos todos, Álvaro, Cristina, Judith, Jesús y yo para ver qué podíamos hacer para despertar el interés de las editoriales y traer escritores. La idea de La conspiración surgió como una afinidad entre libreros y amigos con el objetivo de crear un escaparate lo suficientemente atractivo y original como para ser tenido en cuenta a la hora de organizar actividades y encuentros con autores. Aunque a primera vista puede parecer que de lo único que se trata es de montar encuentros con autores, La conspiración va mucho más allá: las tres librerías creamos un aparato logístico para acompañar al autor en la ruta de tres días por las tres librerías. Queremos que la visita sea grata y se lo pase bien. Lo que somos es un grupo de trabajo de tres librerías muy afines, todas ellas han nacido en la última década y nosotros, Álvaro, Cristina, Judith, Jesús y yo tenemos una manera muy similar de entender lo que significa tener una librería y lo que debe significar una librería. Estamos continuamente hablando entre nosotros, de libros, de distribuciones…

No tuvo que ser fácil romper con ese eje Madrid-Barcelona.

La conspiración ha funcionado. Si bien en un principio costó hacer entender en qué consistía la propuesta, la buena recepción por parte de lectores, editores y autores ha facilitado el camino. Los autores están muy contentos de venir y las editoriales cada vez se han implicado más en nuestro proyecto. Evidentemente, el premio nos ayudó mucho y fue todo un empujón. Hemos conseguido crear una plataforma que ahora funciona con una programación a cuatro/cinco meses vista, haciendo un encuentro semanal. Buscamos traer autores punteros a nivel literario y a autores jóvenes; asimismo, también organizamos encuentros con editores y, sobre todo, tratamos de dar a conocer pequeñas editoriales y nuevos proyectos. Lo que creo que hemos conseguido a fuerza de traer autores conocidos es que los lectores confíen en nosotros cuando hacemos apuestas menos conocidas, pero muy potentes a nivel literario.

 

Foto: cortesía de la librería

Para un librero es tan importante que los lectores confíen en su propuesta como para un editor que los lectores confíen en su catálogo.

Claro. No se trata de buscar simplemente las ventas, sino de buscar la coherencia y, sobre todo, la calidad con la que la gente pueda disfrutar. Volviendo a lo que te comentaba antes, La conspiración ha ido llevando a cabo más proyectos, más allá de las presentaciones. Hemos organizado una pequeña feria en la Plaza Mayor de Plasencia y para este Día del Libro publicamos un pequeño libro editado por las tres librerías de La conspiración conjuntamente con las tres editoriales de Segovia, Salamanca y Plasencia, es decir, con La Moderna, La uña rota y Delirio. Este libro se compone por un texto de Marta Sanz ilustrado por Alfonso Zapico. Lo que te quiero decir con esto es que tratamos de que La conspiración sea cada vez algo más.

Y este algo más parte de la idea fundamental de que la librería no puede ser solamente un lugar de venta de libros.

Llevamos muchos años en los que los gastos en políticas culturales son muy pequeños o muy puntuales, especialmente en ciudades como las nuestras. Estas librerías de ciudades no tan grandes cumplen una función en el barrio y dentro de la ciudad muy importante. Aquí en Salamanca, por ejemplo, más allá de la feria del libro y de algunos encuentros puntuales con autores, no había hasta ahora la sensación de que se podía hacer algo más. Yo no soy muy amigo de subvenciones, pero sí de ayudas. En este sentido, las editoriales están echando un cable, son cada vez más conscientes del papel de las librerías.

Ya has sacado tú el tema, pero precisamente te iba a preguntar, por lo que se refiere a políticas culturales, si ha habido un desinterés por promover la cultura y, especialmente, la cultura de los libros más allá de las dos ciudades en las que se concentra la industria.

En época electoral la palabra cultura brilla por su ausencia. Podemos poner algunos ejemplos concretos: la escasez de campañas útiles para el fomento de la lectura o el desinterés por una renovación del sistema educativo. Una buena política de fomento de la lectura debe hacerse siempre a través de la seducción y no de la imposición. Ahí es donde librerías y bibliotecas juegan papeles fundamentales.  El Sello de Calidad de librerías, que partió como una buena iniciativa, de momento ha tenido una acogida ambigua por parte de los partidos políticos y no se ha concretado aún en nada. Por el contrario, en Francia una iniciativa similar tuvo una inversión de 15 millones de euros. Las pocas iniciativas con cierta relevancia se siguen concentrando en Madrid y Barcelona y es difícil encontrar apoyo fuera de los circuitos principales.

¿Podríamos decir que se está produciendo una descentralización del mundo de los libros?

Retomando lo anterior está claro que han surgido un montón de pequeños proyectos, librerías, editoriales y asociaciones, fuera de las dos grandes ciudades y que hacemos una guerra de trincheras desde nuestros pequeños espacios. Los medios son escasos y es más una batalla por subsistir en el sector. Distribuidores, editores y libreros estamos buscando, cada uno por su lado, una supervivencia inmediata, pero creo que la supervivencia que necesitamos es a largo plazo y pasa por un trabajo coordinado entre todos. En este sentido, La conspiración, a pequeña escala, es una muestra de trabajo colaborativo que da frutos. De ahí que para nosotros el trato con estas editoriales siempre ha sido cercano y fundamental, de complicidad. El diálogo que se establece entre editores y libreros siempre es importante y precisamente este tipo de editoriales pueden tener mayor empatía e interés hacia este tipo de proyectos. En otras palabras, es evidente que la viabilidad a medio y largo plazo pasa por estrategias de colaboración entre libreros, editores y distribuidores.

Juancho Pons, anterior presidente de CEGAL, se quejaba hace unos meses de que la Dirección General del Libro se desvinculara del Sello de Calidad y sostenía que las ayudas a las librerías no podían centrarse únicamente en las mejoras tecnológicas de las mismas. Como libreros, ¿cómo veis las actuales políticas de ayudas a las librerías? Francia sigue siendo un modelo, ¿qué sería necesario para seguir su estela?

Como te decía antes, no somos amigos de las subvenciones, creemos más en un trabajo de fomento y colaboración. En ese sentido pensamos que el Sello de Calidad debería servir para distinguir a las librerías como algo más que un punto de venta de libros, reconociendo así la labor cultural que ejercen gran parte de ellas en sus ciudades y barrios. Por otro lado, hay casos flagrantes de que no solo se ayuda, sino que se va en contra de las pequeñas y medianas librerías; por ejemplo, las compras efectuadas por las bibliotecas públicas con unas condiciones solo asumibles por grandes cadenas y grupos distribuidores. Está claro que el modelo francés está muy lejos todavía para el panorama literario nacional, pero seguimos insistiendo en la idea de cierta protección a las librerías. Hay iniciativas como la del Ayuntamiento de Madrid de subvencionar el IBI a las librerías y locales de conciertos. Pensamos que son pasos en la buena dirección, aunque queda mucho por hacer.

Por último, siempre se ha hablado mucho de la especial sintonía entre las librerías independientes y las editoriales independientes o, dicho de otra manera, las editoriales no pertenecientes a los grandes grupos. ¿Es esta vuestra experiencia o es un leitmotiv que se repite?

Para nosotros es fundamental tener una buena relación con las editoriales, pues es donde encontramos nuestra mayor sintonía y complicidad. Son un reflejo de la forma en que entendemos este trabajo. Ediciones donde se cuida absolutamente todo: traducción, diseño, información, trabajo en redes… Hace ya unos años el grupo Contexto señaló un posible camino a seguir y se ha producido una atomización editorial que es un fenómeno propio de nuestro mercado. Parte de nuestro trabajo pasa por mantener una relación estrecha con ellas. Se nos vienen muchos sellos de distinto tamaño a la cabeza que son significativos para nuestra identidad: Delirio, Uña Rota, Hoja de Lata, Sexto Piso, Dirty Works, La Felguera, Pálido Fuego, Sajalín, Tránsito, Libros del K. O., Contra, Cuatro Azules, Impedimenta, La Casita Roja… por mencionar solo a algunas de ellas.

Me podrías recomendar tres o cuatro títulos para el Día del Libro.

Lectura fácil, de Cristina Morales (Anagrama) y Cambiar de idea, de Aixa de la Cruz (Caballo de Troya). Dos voces jóvenes y potentes dentro del panorama nacional de las que estamos seguros que seguiremos oyendo hablar. El hogar eterno, de William Gay (Dirty Works), uno de los mejores títulos publicados hasta la fecha por esta editorial, donde confluyen los ecos de la mejor tradición literaria norteamericana. Para los lectores más jóvenes recomendamos Estamos aquí. Notas para vivir en el planeta Tierra, de Oliver Jeffers (Andana). Un álbum que invita a conocer nuestro planeta.

 

Por  Anna Maria Iglesia

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