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Paco Goyanes, 27/11/2013

 

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Un librero «de trato»

Paco Goyanes describe su librería, Cálamo, fundada en Zaragoza hace ya 30 años, como una librería “de trato”, es decir, no tanto especializada en algunas materias como en un tipo de clientela que busca consejo y orientación. Una librería interactiva, que trasciende el contenido de sus estantes y el individualismo, y en la que se establece una relación de confianza –y una transferencia e intercambio de conocimiento y opiniones- entre librero y cliente. Un foro.

A su vez, lo que ha hecho diferente a la librería Cálamo es su marcada vocación de agente cultural y su agenda de actividades, auténtica dinamizadora cultural de la comunidad. Ese perfil ha ido acentuándose con el paso de los años, llevando a Goyanes mucho más allá del oficio tradicional de librero, pero sin por ello convertirle en una suerte de “relaciones públicas” pegado a las redes sociales y a los asfixiantes requisitos del marketing contemporáneo. Todo es más pausado, más siglo XX que XXI, sin por ello renunciar a crecer en su faceta de gestores culturales, que ha llevado a la librería a colaborar con grandes entidades del sector, como la Feria del Libro de Guadalajara (México) o la de Frankfurt. Además, desde el año 2001 la librería se ha colocado en el mapa de los certámenes literarios al organizar los Premios Cálamo, en colaboración con distintas instituciones públicas y privadas.

Evidentemente, no todo ha sido fácil, ni tampoco parece que algún día vaya a serlo. Desde que abrió la librería, a los 25 años, Paco Goyanes se las ha visto con lo que él entiende como un “mal negocio”, desde el punto de vista de la rentabilidad económica. Son otras las recompensas que cabe esperar de un trabajo tan vocacional y meticuloso. Una librería “de trato” difícilmente puede sufragar grandes dispendios ni vidas suntuosas. Es más bien el arte de, sin perder la identidad y los rasgos cualtitativos distintivos, lograr tener una cuenta de gastos e ingresos equilibrada. Como explica Goyanes, se trata de arriesgar con las ideas, pero no con el dinero. Y eso es precisamente lo que ha hecho a lo largo de los treinta años de historia de Cálamo: lanzar ideas, moldear el oficio de librero, diversificar sus actividades y su perfil, manteniendo siempre el criterio fundacional de ofrecer libros selectos y recomendaciones francas y bien fundamentadas.

Así es como, por el momento, ha conseguido burlar lo que más teme: que tanto él mismo como sus clientes se aburran en su librería. Aunque hay otro temor que lo corroe en una medida incluso mayor, sobre todo por su carácter inexorable: que algún día no tenga que estar atado de pies y manos al mostrador de Cálamo. Hasta entonces, esta librería seguirá siendo la interfaz entre libreros asesores y clientes receptivos, donde lo que hay en las estanterías cobra vida con el diálogo entre unos y otros.

 

Por Pablo Díez Martínez

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