Protagonistas // Libreros

María Silveyro, 09/10/2018

 

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Ocho y Medio: los libros, el cine y la vida

El éxito, en tantas cosas, consiste en permanecer. Y permanecer, muchas veces, consiste en ser la referencia indiscutida. Ser, por ejemplo, no una librería, sino la librería. La librería sobre cine en España, de libros dedicados casi exclusivamente al cine, se llama Ocho y Medio.

Es ya un cuarto de siglo el tiempo que lleva abierta, en Madrid; al inicio de la calle Martín de los Heros, junto a la Plaza de España y enfrente de los que también son los cines de autor de referencia en la capital: Renoir y Golem. Que de ahí, en otro local anexo a los cines en que trabajaron antes, nació para María Silveyro y Jesús Robles (fallecido en 2013) la idea de Ocho y Medio.

Los motivos cinematográficos, el aroma de plató incluso que se respira, cafetería incluida –el edificio es antiguo, de techos altos–, hacen que el visitante se sienta ya de entrada en territorio confortable. Todo es cine aquí; la pasión de sus fundadores. Si bien cuenta también desde hace tiempo con una sección aparte –El gatopardo– de literatura en su más amplio espectro: en cualquier caso, “libros que hemos leído, de los que tenemos referencias; novelas adaptadas al cine, o que nos han gustado”, explica María, sentada en el espléndido sofá con que también cuenta el lugar.

Porque el secreto de su permanencia durante un cuarto de siglo, de su éxito no sólo en España –muchos lectores y cinéfilos latinoamericanos la conocen y frecuentan–, es que, especialización aparte, la labor de sus responsables ha sido la que siempre se pretendió en un librero de raza: el que conoce mejor que nadie el género; aquel que sabe lo que un lector anda buscando, incluso mejor que el lector mismo. Pero… “Si sé de esto es porque llevo 25 años trabajando”, dice María; “sería preocupante si no supiera de lo que hablo”.

Por eso, aparte de seleccionar con criterio propio su catálogo, ve todo el cine que puede, sobre todo el de las salas que le quedan justo enfrente: una cuestión de profesionalidad y de entrega (obligada pero gozosa) a su trabajo, porque ahí radica el valor añadido y fundamental de Ocho y Medio: “Nuestra baza es que yo sé más o menos cuáles son los libros fundamentales para gente que está estudiando” materias audiovisuales. Sobre la evolución tanto de la librería como de su comunidad lectora en estos años, advierte que “hace quince años los universitarios compraban muchos más libros que ahora”; lógico, por la irrupción de internet (“no estoy en contra del e-book; me parece normal que se lea en él, creo que todo puede coexistir”).

“Se venden menos libros, pero no creo que sea por el dispositivo sino porque la cultura ha bajado en general…”. Y aquí carga necesariamente las tintas: “No es que vayan a peor las cosas, es que han cambiado. Antes la gente iba en el metro leyendo y ahora mucho más mirando el móvil. El problema es la inmediatez, que cada vez hay más cosas… Pero culturalmente sí se ha perdido. Ayer me llamó un amigo periodista y me cuenta que hay gente estudiando cine que no sabe quién es Fernando Rey, un señor que hizo Viridiana… Esto es lo que pasa. Como puedes consultar cualquier cosa en el ordenador, ‘pues ya está’, piensan algunos… También hay quienes vienen y me piden ‘el libro más corto’ que tenga sobre tal o cual cosa… Alguien que está estudiando cine, se supone que porque le gusta… Pero siempre ha habido de todo, sí. También vienen chavales que saben un montón, con los que se puede hablar, de los que preguntan y saben”.

María procura tener presente el “no tener la verdad absoluta” de nada; también respecto a sus elecciones en el catálogo. Más allá de filias y fobias, se declara de gustos “muy eclécticos”. “Tengo un catálogo básico y novedades”. Se asegura de tener disponibles los libros que hay que tener, pero siempre decide, junto a su equipo, “qué pone en la mesa” de manera destacada.

De igual forma, en lo referente al cine puede gustarle tanto el “profundo”, de autor, como el comercial más llevadero. “Veo de todo. Lo que me gusta es meterme en el cine y estar varias horas sin moverme”; aislada del resto de películas de la vida, propias y ajenas: el refugio posible. “Por eso creo que se hizo el cine”, la liturgia, aún no extinta, de perderse un par de horas en una sala oscura en que el tiempo parece suspenderse y dar una tregua.

Como en su misma librería, donde se dan desde tertulias a actuaciones teatrales, encuentros con autores, presentaciones de libros… Hay guiones, novelas, ensayos, biografías…; hay vinos, licores y café. Y mesas y sofá adentro, y terraza en la calle. Y en el aire, al despedirnos, la banda sonora de la película Deseando amar. Como un recordatorio de todo lo que queda por ver, por leer y por vivir, en el cine, en los libros y ahí fuera.    

 

Por  Miguel Ángel Ortega Lucas

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