Protagonistas // Traductores

Carmen Montes, 25/11/2013

 

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Carmen Montes y la distopía

Recientemente galardonada con el Premio Nacional a la Mejor Traducción en el año 2013 por la obra Kallocaína, del sueco Karin Boye, Carmen Montes reivindica su profesión. ¿Es el traductor un mero intérprete, el inevitable mensajero de un texto ajeno? Ella sabe que es mucho más que eso, en sentido amplio. Traducir sin crear es imposible, y por ello la traducción es, ante todo, creación. Pero para Carmen Montes no es sólo eso, sino que es también una de las tareas culturales de más repercusión en cualquier país, sin la cual no existiría la cultura tal y como la conocemos.

Con respecto al premio recientemente obtenido, el principal reconocimiento que se concede en nuestro país a la labor del traductor, Carmen Montes no pasa por alto ciertos detalles que refuerzan la singularidad y relevancia del galardón; en primer lugar, se trata de una traducción del sueco, una lengua y una literatura de escasa circulación y conocida de forma muy fragmentaria; a su vez, la obra ha sido publicada en España por una editorial pequeña, Gallo Nero, lo que prueba un reconocimiento objetivo, independiente y valiente.

La obra en cuestión, Kallocaína, enmarcada en la literatura distópica de mediados del siglo XX, y anterior al 1984 de Geroge Orwell, es un texto extraordinariamente jugoso y sustancial para la labor del traductor, pero también un quebradero de cabeza. La obra, como otros grandes normbres de la tradición distópica, exige el requisito adicional de crear con el lenguaje un mundo inexistente. A esa particularidad hay que añadir las complejidades propias de toda traducción, incluidos los valores más intangibles para el lector, los que sólo el traductor conoce y comprende cuando se enfrenta a ellos. En ese sentido, Carmen Montes señala que no traduce sólo palabras, sino mentalidades, formas de discurso, recursos literarios y figuras retóricas, ritmos, tonos y voces diferentes. En definitiva, se traduce una cultura.

La cultura que ella se ha especializado en trasladar a la lengua y mentalidad españolas es la sueca, el vehículo de una literatura emergente que despunta con grandes nombres y que comienza a ser más visible en las librerías españolas. Además de Kallocaína, Carmen Montes ha traducido al español otros títulos importantes de la literatura y el pensamiento procedentes del país nórdico, como Reflexiones acerca de la libertad de los ciudadanos, de Pehr Forsskål (1732-1763), Escuela de sueños de Sara Stridsberg, o Hallazgo de un cadáver (Imago), de Eva Marie Liffner, todos los cuales son destacados como difíciles desafíos para su traducción.

Éste es parte del bagaje de una persona que considera su profesión un placer y que siente como propios los libros que traduce, pero que se lamenta también de las malas condiciones que afectan a su oficio, de las veleidades del mercado y del incumplimiento de la Ley de Propiedad Intelectual por parte de algunas editoriales. Frente a esos males, recomienda asociarse como modo de que se respeten los derechos del traductor. No obstante, los reparos propios de la industria palidecen ante el disfrute de una traductora que vive el momento más dulce de su carrera.

 

Por Pablo Díez Martínez

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